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Alfredo Barbero

Ni locos ni cuerdos

Senderos de gloria

Una de las mejores películas de guerra de la Historia del cine, si no la mejor, es Senderos de gloria (1957), de Stanley Kubrick. Se la suele considerar una película pacifista o antibélica, aunque en realidad es una narración ‘entomológica’, quirúrgica, que disecciona los entresijos del Poder militar, los intereses y ambiciones que pueden llegar a tener algunos de los generales que dirigen las guerras, en este caso durante la Primera Guerra Mundial. Fue considerada en 1992 «cultural, histórica y estéticamente significativa» por la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos y seleccionada para su preservación en el National Film Registry. En estos tiempos bélicos por los que atravesamos es muy recomendable verla de nuevo.  

La invasión y la guerra de Ucrania desencadenada por el autócrata criminal, Vladímir Putin, ha sacudido las conciencias y hecho pensar a los civilizados ciudadanos europeos, que en ningún momento imaginaron que pudiese ocurrir algo parecido en pleno siglo XXI. El planteamiento que desde el principio ha tenido la Unión Europea, la OTAN y el presidente demócrata de Estados Unidos, Joe Biden, ha sido razonable: ayuda humanitaria a los miles, millones, de refugiados, fuertes sanciones económicas contra Rusia y sus oligarcas, proporcionar armas a Ucrania para que pueda ejercer su derecho de legítima defensa militar, y NO a la insistente pretensión de Zelenski de que Occidente entre en guerra directa cerrando militarmente el espacio aéreo de Ucrania (lo que equivaldría de facto a una Tercera Guerra Mundial en suelo de cualquier país europeo, con armamento nuclear de por medio). La heroica resistencia del pueblo y del ejército ucranianos debe acompañarse de la negociación por parte de Zelenski de un acuerdo de paz que ponga fin a la guerra cuanto antes.  

Tomar una posición racional y ética respecto a la guerra nunca ha sido fácil. La dialéctica bipolar entre: pacifismo absoluto / belicismo fácil, rápido, sin restricciones, requiere un esfuerzo de reflexión para encontrar una zona intermedia, matizada, un equilibrio asumible entre: 1) la defensa propia (de la integridad física, de la libertad como individuos y como sociedad, y de la propiedad personal y nacional), 2) la ética de la paz, 3) la justicia, y 4) la comprensión pragmática. El mejor pacifismo seguramente sea el realista, el que no excluye la opción de la guerra en situaciones muy concretas. Más que nunca en la Historia occidental reciente (desde la guerra de Vietnam, hace medio siglo), muchos de los civilizados y pacíficos ciudadanos europeos han tomado conciencia de modo rápido e inesperado de la ingenua simplicidad que expresa la consigna: No a la guerra, en ninguna circunstancia, sin excepción, ni siquiera en caso de legítima defensa.  

(Entre los políticos españoles la respuesta mayoritaria a la guerra y masacre de Putin ha sido adecuada. Solo el sector no yolandiano de Podemos mantiene su habitual discurso idealista e irreal antibélico. El silencio de much@s pacifistas mediáticos o de salón ha sido y sigue siendo clamoroso).   

Senderos de gloria tiene un final amargo por una parte, y demasiado emotivo por otra. Kubrick no había aprendido todavía (solo tenía 28 o 29 años) a calibrar de manera ‘perfecta’ como consiguió en su madurez, las imágenes y la intensidad dramática. En mi opinión, 10 de los 24 primeros planos de los soldados ya serios y cantando, y los 2 últimos planos con lágrimas, sobran en el montaje. El tono analítico, mesurado y sin concesiones de toda la película, y la veraz y sólida interpretación de Kirk Douglas, merecen un clímax emocional más sutil, menos explícito. El personaje de Douglas, el coronel Dax, pone el sabor amargo, el carácter fatalista, al perder como abogado defensor el Consejo de Guerra contra los tres soldados, y al tener que incorporarse de nuevo de manera inexorable a la maquinaria de la guerra. Lo que de manera magistral ya consigue transmitir el joven director es el fondo de emociones compartidas que tenemos los seres humanos, incluso cuando nos dividimos en bandos que se agreden y matan. Y también el anhelo común por alcanzar de manera definitiva la paz, el deseado bien que a lo largo de la Historia se escapa de nuestras manos una y mil veces. ¡La paz! La alternativa a esa violencia grupal organizada que hasta la fecha ha impulsado a los sapiens a matarse unos a otros: como método final –o en ocasiones preferente– para resolver divergencias y conflictos; como consecuencia de ideales que se vuelven fanáticos; o por pura ambición y agresivo instinto de Poder.  

Con la infinidad de negocios e intereses comerciales y económicos en red, geopolíticos y geoestratégicos que hay actualmente en el mundo (fronteras de la OTAN incluidas), la descripción y análisis de todo el complejísimo entramado que rodearía a una hipotética Tercera Guerra Mundial le hubiese resultado a Kubrick mucho más difícil. Pero la mejor opción sin duda es que ningún nuevo gran director de cine tenga que hacer ninguna gran película para analizar ese trasfondo de intereses, por la sencilla razón de que una Tercera Guerra Mundial no se haya producido. El pronóstico del presidente Biden, no obstante, ha sido claro y poco optimista: debemos prepararnos para un futuro de previsible guerra entre las democracias y las autocracias más poderosas y desafiantes. Un futuro que ya ha comenzado.

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https://youtu.be/owz8wzMhprI

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Sobre el autor

Psiquiatra del Centro de Salud Mental "Antonio Machado" de Segovia


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