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Alfredo Barbero

Ni locos ni cuerdos

Europa: el ‘centro’ político

El lunes 10 de junio de 2024, tras las Elecciones del día anterior, Europa amaneció más extremista. Mal camino para los ciudadanos europeos, a mi juicio. ¿Qué habría pensado de esta evolución política y social un siglo después de los difíciles acontecimientos históricos que vivió, don Miguel de Unamuno?  

La Europa occidental democrática, civilizada, próspera y en paz que hemos conocido varias generaciones de ciudadanos, la construyó después de la Segunda Guerra Mundial, a partir de sus ruinas, un grupo de tres familias políticas con ideologías distintas: los liberal-conservadores, los centro-liberales y los socialdemócratas. La alternancia en el Poder de los dos grandes grupos de partidos de esta triple estructura política (integrada por una agrupación de derechas, otra de izquierdas, y una tercera como bisagra cumpliendo una función de equilibrio) ha permitido a lo largo de varias décadas la construcción de la Europa que conocemos. A este bloque político reformista y moderado, o bloque de centro, le debemos todos los logros que se han ido consiguiendo en muy diversos ámbitos: democracia, Constituciones, libertad de expresión, avances sociales, Estado del Bienestar razonable, crecimiento económico, moneda única, mercado y seguridad compartidos, legislación, instituciones y políticas comunes frente a competidores cada vez más poderosos. El bloque político de centro, moderado y reformista, es el arquitecto y el constructor de Europa. ¿Qué es el centro político? Europa es el centro político. La Europa, la Unión Europea, que con mucho esfuerzo y habilidad política, superando grandes dificultades, los ciudadanos de la parte occidental del continente venimos construyendo desde 1945 hasta hoy mismo. Los políticos, teóricos y ciudadanos más extremistas suelen decir que el ‘centro’ no existe. Se equivocan, existe al menos desde Aristóteles: “La virtud es una disposición voluntaria que consiste en un término medio entre dos extremos”. Otra cosa es que no exista para ellos, ni el centro ni la moderación, algo que se les nota mucho. La máxima de Aristóteles no es necesario entenderla en sentido ético, se puede entender en sentido sólo pragmático como una fórmula de eficacia y eficiencia políticas. El término medio es lo más estable, lo más resolutivo, lo más productivo. La unión de las naciones europeas y el centro político son dos claves imprescindibles para nuestro futuro. Sólo la unión puede hacer la fuerza que Europa necesita en un mundo cambiante y multipolar con grandes potencias ideológicas, económicas y militares. 

Una Europa extremista, un Parlamento Europeo con mayoría de partidos extremistas, es una bomba de relojería con potencial de explotar en poco tiempo. Una Europa extremista, dominada por los partidos de derechas y de izquierdas más radicales ideológicamente, es la peor herencia, el peor legado, que las generaciones actuales podemos dejar a las siguientes generaciones. Un Parlamento Europeo en el que la mayoría esté formada por populismos ideológicos extremistas sólo puede terminar de una manera: primero, en división y confrontación civil, y después, en confrontación armada. División y guerra, esta es la cruda realidad, lo único que cabe esperar de los extremos ideológicos. De una primera fase de enfrentamiento dialéctico cada vez más agresivo e intolerante, con constantes insultos y descalificaciones hacia los rivales políticos, se pasa de manera casi imperceptible, sin que la sociedad apenas se dé cuenta, a la segunda fase de episodios y confrontación violentos. De las palabras se pasa a los hechos. No es una teoría. Es un proceso que ha ocurrido a lo largo de la Historia muchas veces, sobre todo en el siglo XX. Europa tiene muchos competidores, rivales y enemigos externos, pero su mayor enemigo será ella misma si toma una nueva e imparable deriva hacia las ideologías más extremas de izquierdas y de derechas. Los alemanes tuvieron una actitud crédula, ingenua, con Hitler, y fueron engañados. Y los rusos con Lenin y Stalin, y también fueron engañados. (Engañados hasta cierto punto, porque muchos historiadores piensan que hubo una considerable complicidad, activa y pasiva, de la mayoría de ciudadanos). Hitler y Lenin hablaban a menudo en sus discursos de propaganda de la libertad del pueblo oprimido. Según decían, ellos eran los garantes de esa libertad. Los tiranos, hasta que llegan al Poder, siempre han sido a lo largo de la Historia los mayores defensores teóricos de la libertad. Y cuando llegan, también lo son de manera práctica, sólo que entonces la única libertad que defienden es la suya propia. ¡La libertad del tirano, qué cruel paradoja! Este es el gran engaño, el gran fraude, de los dictadores y autócratas que postulan ideologías extremas para solucionar los problemas de la gente común. El huevo de la serpiente (1977), de Ingmar Bergman, cuya historia transcurre en el Berlín de los años 20, lo disecciona muy bien. Los huevos de serpiente se pueden confundir con otros, se pueden no ver, incluso adoptar atractivos camuflajes, pero del huevo de una serpiente nunca sale un pollito. Después de un siglo, la Europa actual no debiera ser ya ingenua. No debiera tropezar en la misma piedra, confiando de nuevo en los populismos extremistas. No debiera creer ni en los neo-hunos ni en los neo-hotros. Conocemos a ambos. Los enemigos internos a veces son mucho más poderosos que los externos. Esta cuestión es clave para el futuro de Europa. Su supervivencia y protagonismo como actor fuerte en el tablero internacional depende en primer lugar de lo que haga consigo misma. Europa ya vivió en el siglo XX las peores consecuencias del auge del fanatismo político y las ideologías extremas: división interna y confrontación militar. Es de esperar que los europeos no vuelvan a tomar ese camino, que hayan aprendido la lección y no repitan el bucle, las dinámicas que se retroalimentan hasta generar de manera inevitable lo peor. En el siglo XXI, los partidos de extrema izquierda y de extrema derecha no se muestran abiertamente ni se reconocen como tales. Nunca lo han hecho, pero gracias a la tecnología y las redes sociales el marketing del ocultamiento ha alcanzado sus cotas más altas. Los extremistas engañan y se camuflan con decenas de ropajes lingüísticos y eufemismos, saben captar las reacciones emocionales más primarias de rabia, enfado e indignación de muchos ciudadanos debidas a los defectos e insuficiencias del sistema, y se presentan como salvadores de la patria y de la civilización occidental. Una vieja cantinela. Pero aun así, la mayoría de los ciudadanos saben reconocerles.

Después de las Elecciones del pasado domingo 9 de junio, el bloque de centro moderado y reformista que forman conservadores, liberales y socialdemócratas, ha disminuido en el Parlamento Europeo, pero tiene todavía una mayoría suficiente para frenar las ideologías extremas, de derechas y de izquierdas. En las próximas Elecciones espero que este bloque sepa adaptarse a los tiempos, innove, corrija errores y pueda recuperar votantes. En mi opinión, sólo un bloque reformista y moderado es compatible con que Europa pueda seguir estando en el futuro unida y en paz. Desde los extremos ideológicos esto es imposible. La extrema derecha también ha subido en España, dividida por primera vez en dos formaciones políticas. La extrema izquierda ha bajado un poco. El partido de centro liberal, Cs, ha desaparecido por la presión de la polarización y por sus propios errores. La socialdemocracia española, como reconocen los socialistas veteranos, lleva varios años escorada hacia planteamientos más extremos de izquierda, pero se mantiene en su suelo electoral. Y los liberal conservadores han subido, han ganado las Elecciones y esperan seguir aumentando. Los políticos se han radicalizado mucho en los últimos años, salvo alguna excepción. Con frecuencia pierden las buenas formas y el respeto más elementales. Parece que contienden para eliminar al contrario. Nada que ver con aquellos políticos tolerantes de la Transición. El actual no es un buen camino para la convivencia pacífica entre todos. Sin embargo, y a diferencia de lo que ha sucedido en Francia, Italia y otros países europeos, en España el extremismo ideológico todavía es minoritario, no es una grave amenaza de momento. Mi deseo y esperanza es que con la memoria activa, la reflexión y el sentido común, esta amenaza no aumente en los próximos años. Todo lo contrario, que disminuya. Europa sigue siendo por ahora la comunidad más civilizada y culta del mundo. Tenemos que esforzarnos para que no deje de serlo. La libertad, la democracia, la paz, no son un regalo, se ganan día a día.

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Sobre el autor

Psiquiatra del Centro de Salud Mental "Antonio Machado" de Segovia


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