>

Blogs

Alfredo Barbero

Ni locos ni cuerdos

¡La resurrección! (capítulo 69)

Se dieron cuenta ya en el final del capítulo anterior, Don Quijote y Sancho, que donde les habían conducido bajo amenaza y graves insultos varios hombres a caballo armados con lanzas, y otros de a pie, era de nuevo al castillo de Los Duques. ¡Toquemos madera, que en aquel lugar nada que no fuese burla podía suceder con tan jocosos Señores! Lástima que el gran historiador, Cide Hamete Benengeli, no nos explique en el texto a qué podía deberse la obsesiva necesidad de diversión de los aristócratas. ¿Tanto se aburrían…? 

Era de noche y el patio estaba iluminado con antorchas, hachas y cientos de luminarias y velas. En el centro había un elevado túmulo cubierto con “un dosel de terciopelo negro”. Sobre el túmulo, el cuerpo en apariencia muerto de una doncella tan hermosa “que hacía parecer con su hermosura hermosa a la misma muerte”. En una almohada reposaba la cabeza coronada con una guirnalda de flores, las manos cruzadas, “y entre ellas un ramo de amarilla y vencedora palma” [como símbolo del triunfo de la virginidad; nota al pie, n.]. ¡Era Altisidora, la pícara doncella adolescente que había fingido estar enamorada de Don Quijote! En un lado del patio “estaba puesto un teatro” [‘tablado’, ‘tarima elevada’; n.] con dos personajes sentados que parecían reyes, “ya verdaderos o ya fingidos”. “Subieron en esto al teatro con mucho acompañamiento” los Señores Duques, y también sentaron cerca a Don Quijote y a Sancho Panza, que estaban atónitos.   

Un criado se acercó a Sancho y le puso encima un manto negro pintado con llamas de fuego, le quitó su caperuza y le colocó sobre la cabeza una “coraza” con diablos [‘capirote de papel engrudado y de forma cónica que por afrenta se ponía en la cabeza a los condenados por la Inquisición’; solían llevar pintadas imágenes que aludían al delito del reo. Si los condenados eran pertinaces, a las llamas habituales se les añadían diablos. Pueden verse capirotes pintados con infiernos en los «caprichos» 23 (Aquellos polvos) y 24 (No hubo remedio) de Goya; n.]. 

Empezó a sonar un agradable son de flautas, y “un hermoso mancebo vestido a lo romano” que tocaba un harpa cantó con suave voz. La acusación que hizo al ex caballero andante no fue suave, sin embargo, fue muy dura, pues dijo que Altisidora había muerto “por la crueldad de don Quijote” (se entiende que por no corresponderla, al mantenerse fiel y firme en el amor a Dulcinea). Tuvo suerte el muy hundido caballero tras su derrota en la playa de Barcelona, pues quien debía pagar por la supuesta muerte de la supuesta doncella supuestamente enamorada, según Minos y Radamanto (las dos teatrales figuras parecidas a reyes) que en aquel momento hablaron, era… ¡Sancho Panza!  

“–¡Ea, ministros [‘sirvientes‘; n.] de esta casa, altos y bajos, grandes y chicos, acudid unos tras otros y sellad el rostro de Sancho con veinte y cuatro mamonas [‘cachetes que se daban en la cara con intención burlesca’; n.], y con doce pellizcos y seis alfilerazos brazos y lomos, que en esta ceremonia consiste la salud de Altisidora! 

Sancho, que siendo gobernador fue buen juez, no pudo contenerse por tan inmerecida y repetida injusticia hacia él, exclamando en voz bien alta:  

“–¡Voto a tal, así me deje yo sellar el rostro ni manosearme la cara como volverme moro! ¡Cuerpo de mí! ¿Qué tiene que ver manosearme el rostro con la resurreción desta doncella? Regostose la vieja a los bledos… [se aficionó a tomar una clase de acelga; n.] ¡Encantan a Dulcinea, y azótanme para que se desencante; muérese Altisidora de males que Dios quiso darle, y hanla de resucitar hacerme a mí veinte y cuatro mamonas y acribarme el cuerpo a alfilerazos y acardenalarme los brazos a pellizcos! ¡Esas burlas, a un cuñado, que yo soy perro viejo, y no hay conmigo tus, tus!”  

Minos y Radamantis o Radamanto, junto con Éaco, eran los tres jueces de la mitología griega que juzgaban a las almas en el inframundo de Hades. Según nota al pie en la edición del Quijote de la RAE (2015), Cervantes parodia en este episodio las novelescas muertes de amor de algunas damas por culpa de otros tantos caballeros. ¡Y la parodia incluye en este caso nada menos que la resurrección de la dama, aunque tal capacidad de resucitar a los muertos no estuviese admitida por la Iglesia católica de aquel tiempo! Don Quijote no es solo un irreductible Caballero de la Fe cristiana. Tanto él como Sancho son personajes muy fantasiosos y de ingenua credulidad. En este momento aceptan también la mitología pagana, sin cuestionar toda aquella aparatosa teatralización orquestada por Los Duques. De hecho, después de que el implacable juez amenazase al desafiante escudero que estaba “bramando como un toro” para que no le tocasen la cara las dueñas que ya se acercaban a darle las mamonas, diciendo: “¡Morirás! –dijo en alta voz Radamanto–. Ablándate, tigre; humíllate Nembrot soberbio [el gigantesco hijo de Cus, fundador mítico del imperio asirio (Génesis, X, 8–9), aparece como altivo y cruel en más de una tradición; n.], y sufre y calla, pues no te piden imposibles”, Don Quijote le insistió para que aceptase de buen grado la pena que los jueces de la mitología griega acababan de imponerle a fin de resucitar a Altisidora:  

“–Ten paciencia, hijo, y da gusto a estos señores, y muchas gracias al cielo por haber puesto tal virtud en tu persona, que con el martirio della desencantes los encantados y resucites los muertos.”  

Y llevando el agua una vez más a su ‘delirante’ molino, le pidió que ya de paso se diese también algunos de los azotes decretados para desencantar a Dulcinea por  el mago Merlín la noche en el bosque de Los Duques.  

Fantasía constante, magia y mitos paganos, creencias hebreas y cristianas, leyendas, literatura, heroísmos, ideales e idealizaciones… ¡La ‘mente’ de Don Quijote sobre todo, pero también la de Sancho Panza, son dos esponjas de credulidad!  

“En esto, Altisidora, que debía de estar cansada, por haber estado tanto tiempo supina [‘acostada boca arriba’; n.] se volvió de un lado; visto lo cual por los circunstantes, casi todos a una voz dijeron: 

–¡Viva es Altisidora! ¡Altisidora vive!”  

Tan repentina resurrección llegó en el mejor de los momentos, pues Sancho, que ante las amenazas y ruegos había cedido para dejarse dar mamonas y pellizcos, acababa de salir corriendo con una antorcha tras las dueñas y demás “verdugos” porque le resultó imposible sufrir “el punzamiento de los alfileres”:   

“–¡Afuera, ministros infernales, que no soy yo de bronce, para no sentir tan extraordinarios martirios! (…) No tienen más que hacer sino tomar una gran piedra y atármela al cuello y dar conmigo en un pozo, de lo que a mí no pesaría mucho, si es que para curar los males ajenos tengo yo de ser la vaca de la boda” [‘el payaso de las bofetadas’, ‘el que pague el pato’; la expresión procede de la vaquilla que se corría cruelmente en las bodas, para diversión de los invitados; n.]. 

¡Al menos Sancho Panza corrige parte de sus fantasías! ¡E indirectamente, también las que el personaje Don Quijote no puede corregir por sí mismo! Este es el equilibrio, idealismo / realismo, que consigue Cervantes en su novela, en su obra de ficción. El de Shakespeare, en la ‘mente’ de cuyos personajes también abundan la magia, la fantasía y las creencias, es muy distinto. Los personajes del Quijote, empezando por el héroe e incluyendo a los más pícaros, maliciosos y bellacos, en el fondo son ‘buenistas’. Como también lo es la historia del andante caballero. Por medio de Sancho Panza y de los muchos personajes burladores, Cervantes introduce una parte de la cruda realidad en su obra, pero no hay abierta ‘maldad’ en ella. Sus personajes son de ‘cielo’ preferente o en el peor de los casos de ‘purgatorio’, ninguno de ‘infierno’. No hay pura, destilada, cristalina, inteligente, sólida, inexorable ‘maldad’. La cruda realidad cervantina no se aproxima ni de lejos a la crudísima de algunas historias y personajes de Shakespeare: historias ásperas, crueles, despiadadas; y personajes implacables, ególatras sin escrúpulo alguno, máquinas de ambición y poder, auténticos hijos de sus madres respectivas. El realismo del poeta inglés, acerca del mundo y de la naturaleza humana, es mucho más potente. Por contraste entre ambos contemporáneos, dos de los más grandes escritores de la historia de la Literatura, cabe preguntarse si don Miguel no era un tanto ingenuo. Deducimos de la lectura del Quijote que no, que el español conocía tan bien como el anglosajón la naturaleza humana y cómo funciona el mundo, pero en su obra maestra no quiso ‘hacer sangre’, decidió escribir una literatura sin ‘maldad’ explícita, de tipo amable y básicamente cómica (quizá pensando en un éxito más fácil). Shakespeare es dueño de una muy bella y poderosa interpretación tragicómica de la realidad con aroma nihilista, Cervantes hace en el Quijote una suave y divertida interpretación irónico-dramática de hondo escepticismo. El primero es un espejo de la realidad más amplio, su radiografía de las pasiones resulta difícilmente superable, pero la esencia del juego del mundo, de la mente humana y, pese a todo y por encima de todo, la alegría de vivir, las captaron ambos por igual. Aunque esto es solo una deducción.  

Haciéndose la desmayada, pero ya viva, Altisidora reprochó a Don Quijote ser el culpable de que la adolescente hubiese estado “en el otro mundo, a mi parecer, más de mil años”. Elogió luego a Sancho por ser “el más compasivo escudero que contiene el orbe”, prometiéndole “seis” de sus camisas, que “si no son todas sanas, a lo menos son todas limpias.” Sancho suplicó al Duque que le permitiese quedarse con el manto de llamas y la “mitra” con diablos, para llevar un recuerdo a su pueblo de tan excepcionales hechos. La Señora Duquesa se adelantó y dijo que sí, que “ya sabía él cuán grande amiga suya era.”

.

Del más raro y más nuevo suceso que en todo el discurso desta grande historia avino a don Quijote

(Quijote, II, 69. RAE, 2015)

.

.

Temas

Sobre el autor

Psiquiatra del Centro de Salud Mental "Antonio Machado" de Segovia


febrero 2021
MTWTFSS
1234567
891011121314
15161718192021
22232425262728