Los sentimientos entre los Partidos políticos de la izqierda española después de la jornada electoral, quizá histórica, que vivimos ayer están divididos. Máxima alegría en Podemos, prudente satisfacción en el PSOE (con una pérdida en votos menor de la pronosticada, aunque podrá recuperar algunos centros de gobierno) y abierta tristeza en Izquierda Unida y UPyD. En la derecha, en el PP, a pesar de que la estrategia electoral que ya ha comenzado para las próximas Elecciones Generales no les permita reconocerlo, deben asimilar una muy bien fundamentada decepción.
Para los ciudadanos el estrés político no ha hecho más que empezar. Durará todo el año, por lo que conviene que nos lo tomemos con calma. Después de los 15 días del lamentable show (circo, sainete, espectáculo, farsa, etc.) en que se han convertido las últimas Campañas Electorales, en este momento podemos tener una pequeña tregua para nuestros nervios, pero el año electoral es largo, larguísimo.
Los políticos de nuestro país, obligados por las urnas, tienen que hacer frente a un gran reto prácticamente desconocido desde la Transición: PACTAR. Lo mejor que ocurrió en las Elecciones de ayer, a mi modo de ver, fue la ruptura del sempiterno BIPARTIDISMO y de las mayorías absolutas que han estancado claramente en los últimos años el desarrollo de nuestra DEMOCRACIA. Si lo que pasó este 24 de mayo de 2015 supone el principio del fin de la vieja PARTITOCRACIA, lo iremos viendo. La clase política emergente (no sé si procede ya hablar de “casta”) tiene un difícil trabajo, tiene que estar a la altura y demostrar a los ciudadanos que, de nuevo, sabe PACTAR.