Las “mareas” de izquierda (eurocomunismo tradicional, nuevo comunismo televisivo y una parte del socialismo, el más joven e inexperto) que surgieron con fuerza en España desde el 15-M de 2011 a consecuencia del explosivo cóctel político y económico que se produjo en nuestro país: 1) corrupción desenfrenada y vergonzante del PP y otros partidos, 2) recortes sociales de todo tipo realizados por el Gobierno del Partido Popular ante la crisis económica, y 3) bipartidismo y partitocracia con un PSOE y un PP que se negaban a regenerarse, parece que en el día de ayer, en la segunda vuelta de las Elecciones Generales, han alcanzado su pleamar.
El “sistema” sufrió el pasado 20 de diciembre un serio y merecido varapalo, pero afortunadamente los “antisistema” no han podido tomarlo. El viejo bipartidismo quedó fragmentado con la entrada de dos nuevas formaciones políticas, lideradas por jóvenes con una gran ilusión y no tanta experiencia. Estos dos partidos han de buscar ahora su papel en el juego democrático dentro de los límites del tamaño que los ciudadanos han querido otorgarles. Un tamaño algo menor del que ellos habían creído poder conseguir.
Todo lo que consagra la Constitución española de 1978 tiene mucho más de positivo que de negativo, y la praxis cotidiana de los políticos y sus errores sería bueno que se corrigiesen sobre esa base. A los ciudadanos españoles nos conviene ser moderados por muchos motivos, así como tener un gran nexo simbólico y pragmático común. El espíritu de consenso y no ruptura de la Transición se ha salvado y prevalece de momento. Nuestra democracia debiera seguir desarrollándose guiada por este espíritu. Hemos de tener una mentalidad abierta, no estancarnos. El voto útil y el voto del miedo de la heterogénea derecha española sin duda han tenido un peso relevante en el resultado final, pero también se ha puesto de manifiesto la madurez de los españoles, personal y política, para no tirar por la borda el núcleo fundamental de lo que durante cuatro décadas de democracia hemos conseguido entre todos. Y esta misma madurez debiera servir ahora para permitir que el sistema democrático evolucione y mejore.
Quizá Rajoy tenga ocasión de demostrar en el final de su ya demasiado larga trayectoria política, aunque sea a la gallega, generosidad y altura de miras para con la nueva generación de su partido. Un Partido Popular que ayer ganó de forma clara pero insuficiente las últimas Segundas Elecciones Generales.
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