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Alfredo Barbero

Ni locos ni cuerdos

Fiesta Nacional

España está atravesando una rara etapa histórica. “Rara”, al menos, para la Generación del Consenso de 1978 que, tras un largo y oscuro periodo, vivimos con ilusión en nuestra juventud -en mi caso, como estudiante universitario en Salamanca- la reconciliación de las “tres Españas” sobre las que habíamos oído hablar alguna vez de tapadillo (los libros oficiales de Historia no tenían libertad para hacerlo): la de derechas, la de izquierdas y, no la de los intelectuales, que siempre han sido un grupo minoritario, sino la del nacionalismo. Mediante aquel histórico pacto de consenso se consiguió con el esfuerzo de todos una muy diversa unidad territorial y democrática.

Han pasado ya casi 40 años de un periodo de estabilidad, paz y prosperidad como hacía mucho tiempo que no se conocía en este país, y del que nos hemos beneficiado todos los españoles. Ahora, no sabemos si por azar de las nuevas circunstancias políticas o por un destino antropológico e histórico de esta “balcánica” península del sur de Europa, algunos quieren dividir la nación española. Dividirla, o dejar que se rompa mediante el egoísta ejercicio de la “democracia unilateral”: unos cuantos ciudadanos tendrían derecho a votar sobre la que sienten y consideran como “su nación”, pero el resto de ciudadanos no sobre la que sentimos y consideramos como nuestra. La mayor parte de los políticos catalanes actuales cree a pie juntillas, dogmáticamente, que el derecho a decidir sólo les corresponde a los ciudadanos de aquel territorio, mientras que los demás españoles no lo tenemos.

Quienes nos sentimos intelectual y emocionalmente vinculados a nuestra veterana patria común y a la Constitución de 1978, pienso que estamos llamados ante el actual desafío y amenaza de división de España a defender ambas con firmeza y serenidad desde la sociedad civil, apoyando las leyes que protegen los derechos igualitarios, y los sentimientos, de la mayoría de los españoles.

Si esta nada fácil empresa común sigue teniendo éxito y se prolonga, más adelante habrá ocasión de debatir y decidir qué día puede ser más apropiado para celebrar una fiesta de la nación española que, por razón de la aconfesionalidad del Estado y del carácter fundamentalmente civil que tiene la democracia, no debiera coincidir con marcados eventos de tipo religioso ni militar. La celebración del día de la Virgen del Pilar merece todo el respeto sobre la base de la libertad de creencias y cultos tradicionales, y también lo merece que desfile airosamente la Legión junto a su lúdica mascota el día de las Fuerzas Armadas, pero ni lo uno ni lo otro debiera coincidir con la Fiesta de la Nación Española. Dando por hecho, por supuesto, que en el futuro tenga algún sentido que un día así se celebre.

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Sobre el autor

Psiquiatra del Centro de Salud Mental "Antonio Machado" de Segovia


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