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Alfredo Barbero

Ni locos ni cuerdos

¡Por la igualdad!

El feminismo es uno de los movimientos civilizadores más importantes de la historia de la Humanidad. 

El objetivo de igualdad entre hombres y mujeres, y la inevitable lucha pacífica y democrática por conseguirlo (ningún logro civilizador relevante llega solo, sin hacer nada), tienen su fundamento en los principios de racionalidad y justicia que hacen frente a la ancestral ‘ley de la fuerza’ que durante milenios ha regido las relaciones humanas, cuya presencia e inercia sigue siendo brutal.

Se trata por tanto de una tarea titánica, histórica, de largo recorrido, cultural en su más noble sentido, un trabajo educativo conjunto en el que avanzar día a día.

El relato religioso de la vida e ideas igualitarias de Jesús de Nazaret sobre las mujeres coincide con el trato respetuoso que Cervantes las demuestra en su sabia e irónica obra literaria. Hemos tenido también el castizo: “tanto monta, monta tanto, Isabel como Fernando”. Antecedentes culturales en pro de la igualdad ha habido alguno. Hiparquía, la filósofa griega que usaba pantalones, quizá fue el primero. Sin embargo, y a pesar de los debates sobre la igualdad de derechos y roles que surgieron en la Ilustración, hace solo un siglo las mujeres seguían sometidas a una relación casi esclavista por parte de los hombres. Se las consideraba intelectual y éticamente inferiores. Repetimos: ¡hace tan solo un siglo! No se las permitió votar en igualdad de condiciones con los hombres hasta 1893 en Nueva Zelanda, el primer país, hasta 1920 en Estados Unidos, hasta 1928 en Inglaterra (la propuesta pionera que hizo en 1866 el diputado y pensador liberal progresista, John Stuart Mill, fue un rotundo fracaso), y hasta 1931 en España, gracias a la brillante jurista y política, Clara Campoamor, y al trabajo previo de escritoras como Concepción Arenal y Emilia Pardo Bazán. 

Nuestra Constitución de 1978 garantiza la igualdad de derechos ante la Ley, pero la igualdad práctica, real, que empezó a reivindicarse en la “segunda ola” feminista de los países más avanzados durante las décadas de los 60 y 70 del pasado siglo, es otra cosa: reparto del Poder, condiciones laborales, propiedad e independencia económica, educación de los hijos, tareas domésticas, prejuicios sociales, libertad sexual, violencia en la pareja, abuso y violencia sexual en el trabajo, lenguaje no discriminatorio, marketing comercial con mensajes sexistas más o menos sutiles, etc. En la realidad diaria, sobre el terreno, todavía queda mucho camino por hacer.

A día de hoy, las mujeres de las democracias occidentales que votan a diferentes ideologías y partidos políticos no tienen una única manera de entender qué es el feminismo y cuáles deben ser sus métodos. Esto ya pasó en la historia inicial del movimiento, cuando se separaron las ‘sufragistas’ (más moderadas en la reivindicación de la igualdad y cumplidoras de la Ley de entonces) de las llamadas ‘suffragettes’ (que realizaban un activismo legalmente no permitido en la época por el que muchas fueron encarceladas, hicieron huelgas de hambre y alguna incluso murió). Aquellos comienzos o “primera ola” del feminismo fueron heroicos, como suele ocurrir con los grandes cambios sociales.

Cualquier actitud o comportamiento humanos pueden ‘pecar’ por exceso o por defecto, quedarse cortos, no llegar o pasarse. La conocida como “tercera ola” feminista del presente siglo XXI, mucho más diversificada y en la que participan las jóvenes mujeres desde el comienzo de sus vidas gracias a una educación bastante igualitaria, se plantea avanzar en los anteriores objetivos prácticos y también nuevas cuestiones: ¿feminismo con apellido, feminismo sin apellidos, feminismo liberal, feminismo radical, feminismo políticamente correcto, feminismo moderado, feminismo supremacista, feminismo anti violencia machista, feminismo anti violencia sexual machista en la pareja y en el trabajo, feminismo antimachista, feminismo antimasculino o revanchista, feminismo colaborativo entre géneros, feminismo pacífico, feminismo agresivo, ecofeminismo, feminismo festivo y multicolor en la calle, feminismo no festivo en todo tipo de foros públicos, académicos, educativos y medios de comunicación, discriminación positiva de las mujeres aceptada por la Ley, no discriminación positiva sino igualdad total ante la Ley del hombre y la mujer (sentencias penales iguales por los mismos hechos, idéntica presunción de inocencia), Ley actual de violencia de género, Ley de violencia de género reformada, aplicar las Leyes generales sin que haya una Ley específica, feminismo sin sumar otras reivindicaciones ideológicas, feminismo añadido a otras reivindicaciones, feminismo de izquierdas, feminismo progresista, feminismo transversal, feminismo apolítico, feminismo monopolizado por la política, hacer huelga total, huelga parcial, no hacer huelga, manifestación y manifiesto conjuntos sí, manifestación conjunta no por un manifiesto que añade otras reivindicaciones, manifestación conjunta sí a pesar del manifiesto, etc.?

Todas estas distinciones y matices son importantes, pero su carácter polémico no debiera convertirse en el foco de atención que haga perder de vista al que entiendo es el propósito principal del feminismo como movimiento histórico (en ocasiones los árboles no dejan ver el bosque): la igualdad entre hombres y mujeres, hecha racionalmente por igual entre mujeres y hombres. 

Una tarea ingente apenas comenzada en el mundo, pues el feminismo, fuera del privilegiado entorno que llamamos ‘civilización occidental’ en el que tanto discutimos sobre sus más mínimos detalles, ni siquiera existe en la mayor parte de las ‘culturas’ y países. Muchas mujeres y niñas del planeta, la inmensa mayoría, hoy, mañana, y durante mucho tiempo vivirán la dolorosa falta de sus más elementales derechos sometidas al imperio, familiar, social, político y religioso, de la ‘ley de la fuerza’.

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Sobre el autor

Psiquiatra del Centro de Salud Mental "Antonio Machado" de Segovia


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