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Alfredo Barbero

Ni locos ni cuerdos

¡Industria, industria! (capítulo 21)

Inmediatamente después de llegar el alegre y ruidoso cortejo de la boda, y tambén los novios, el rico Camacho y Quiteria, la mujer más bella que Don Quijote había visto jamás sin contar a Dulcinea del Toboso, aparece de pronto, muy teatralmente, Basilio. Entre otras razones, estas dice. Y esto hace:

“–¡Viva, viva el rico Camacho con la ingrata Quiteria largos y felices siglos, y muera, muera el pobre Basilio, cuya pobreza cortó las alas de su dicha y le puso en la sepultura!
Y diciendo esto asió del bastón que tenía hincado en el suelo, y, quedándose la mitad dél en la tierra, mostró que servía de vaina a un mediano estoque que en él se ocultaba; y puesta la que se podía llamar empuñadura en el suelo, con ligero desenfado y determinado propósito se arrojó sobre él, y en un punto mostró la punta sangrienta a las espaldas, con la mitad del acerada cuchilla, quedando el triste bañado en su sangre y tendido en el suelo, de sus mismas armas traspasado.”

Don Quijote se acerca a socorrer al joven aparentemente herido, le coge en sus brazos, y no duda en darle la razón cuando entre explicaciones y desmayos pide que antes de morir, Quiteria se case con él.

Sancho Panza es el único que se huele algo, como buen experimentado pícaro.

“–Para estar tan herido este mancebo –dijo a este punto Sancho Panza–, mucho habla: háganle que se deje de requiebros y que atienda a su alma, que a mi parecer más la tiene en la lengua que en los dientes.” [Tener el alma en los dientes: ‘a punto de escaparse’; nota al texto].

“Estando, pues, asidos de las manos Basilio y Quiteria, el cura, tierno y lloroso, los echó la bendición y pidió al cielo diese buen poso al alma del nuevo desposado. El cual, así como recibió la bendición, con presta ligereza se levantó en pie, y con no vista desenvoltura se sacó el estoque, a quien servía de vaina su cuerpo. Quedaron todos los circunstantes admirados, y algunos dellos, más simples que curiosos, en altas voces comenzaron a decir: –¡Milagro, milagro!
Pero Basilio replicó:
–¡No milagro, milagro, sino industria, industria!”

El engaño queda al descubierto. Basilio mete el estoque por un “cañón hueco de hierro” con sangre preparada para que “no se helase”. Cervantes no dice si la idea fue suya o de Quiteria, pero los dos estaban de acuerdo. Los presentes se sienten burlados. Los partidarios de Camacho y de Basilio desenvainan sus espadas. Y Don Quijote nos sorprende con esta pragmática reacción:

“–Teneos, señores, teneos, que no es razón toméis venganza de los agravios que el amor nos hace, y advertid que el amor y la guerra son una misma cosa, y así como en la guerra es cosa lícita y acostumbrada usar de ardides y estratagemas para vencer al enemigo, así en las contiendas y competencias amorosas se tienen por buenos los embustes y marañas que se hacen para conseguir el fin que se desea, como no sean en menoscabo y deshonra de la cosa amada.”

¡El amor y la guerra son una misma cosa!
¡Y el engaño está permitido!

Esta equiparación directa entre amor y guerra se puede interpretar como hipérbole irónica, o de forma nada irónica o literal. Cervantes no aclara cuál es su intención o idea preferente en este sentido. Lo que sí queda claro en el texto es que el principio idealista de defender la Verdad por encima de todo, aun a riesgo de la propia vida, cede ahora en la ‘mente’ de Don Quijote ante dos prácticos objetivos: 1) ganar al enemigo, y 2) que el amor triunfe de hecho (por tanto, que no sea solo platónico). La posición cognitiva que adopta en este momento el idealista caballero parece más propia de Sancho Panza, y es una de las muestras del proceso que Unamuno y muchos cervantistas han llamado de ‘sanchización’ progresiva del personaje (simultáneo al proceso de ‘quijotización’ de Sancho). Sin embargo, lo que va ocurriendo en la ‘mente’ de Don Quijote a lo largo de la Segunda parte quizá sea más acertado interpretarlo no como un proceso de aproximación a la ‘mentalidad’ de Sancho Panza, sino como un proceso de completa recuperación de la de Alonso Quijano (el mismo personaje pero en su estado ‘cuerdo’). Sería por tanto más bien un proceso de ‘re-alonsización’ o de ‘re-quijanización’ de Don Quijote. ‘Cuerdo’ y aristotélico versus ‘loco’ y platónico, esta es la doble dualidad en la que se mueve con lucidez la ‘mente’ del hidalgo / caballero.

El muy teatral comportamiento que Basilio demuestra en este capítulo nos hace dudar seriamente de que el descrito dos capítulos atrás fuese genuino, y que estuviese ‘realmente loco’ tras conocer la noticia de la boda de su amada Quiteria con el rico Camacho. Recordemos la conducta que describe el licenciado en cánones:

“–De todo no me queda más que decir sino que desde el punto que Basilio supo que la hermosa Quiteria se casaba con Camacho el rico, nunca más le han visto reír ni hablar razón concertada, y siempre anda pensativo y triste, hablando entre sí mismo, con que da ciertas y claras señales de que se le ha vuelto el juicio: come poco y duerme poco, y lo que come son frutas, y en lo que duerme, si duerme, es en el campo, sobre la dura tierra, como animal bruto; mira de cuando en cuando al cielo, y otras veces clava los ojos en la tierra, con tal embelesamiento, que no parece sino estatua vestida que el aire le mueve la ropa. En fin, él da tales muestras de tener apasionado el corazón, que tememos todos los que le conocemos que el dar el sí mañana la hermosa Quiteria ha de ser la sentencia de su muerte.”

Y el ‘diagnóstico diferencial’ que planteamos:

“Por la descripción del extraño comportamiento de Basilio que hace el estudiante licenciado en la Universidad de Salamanca (que para Cervantes es la continua ilustre referencia del conocimiento académico de la época), cabe pensar que el joven despechado tiene algún tipo de ‘trastorno afectivo’, de ‘trastorno histero-disociativo’, o incluso un ‘brote psicótico’.”

Pero en este momento resulta imprescindible añadir al algoritmo una cuarta ‘hipótesis diagnóstica’: simulación. Como Cervantes no explica ni hace la más mínima referencia sobre el llamativo ‘cambio conductual’ que se produce en Basilio –ni tampoco Cide Hamete Benengeli–desde unos aparatosos signos y síntomas, dos capítulos antes, a una muy calculada y eficaz estratagema de la que obtiene un indudable ‘beneficio primario’, esta última hipótesis pasa a ser la preferente. ¡Simulación! Es decir: ¡industria, industria!

“Y tan intensamente se fijó en la imaginación de Camacho el desdén de Quiteria, que se la borró de la memoria en un instante, y así tuvieron lugar con él las persuasiones del cura, que era varón prudente y bienintencionado, con las cuales quedó Camacho y los de su parcialidad pacíficos y sosegados, en señal de lo cual volvieron las espadas a sus lugares, culpando más a la facilidad de Quiteria que a la industria de Basilio, haciendo discurso Camacho que si Quiteria quería bien a Basilio doncella [estando soltera], también le quisiera [estando] casada, y que debía de dar gracias al cielo más por habérsela quitado que por habérsela dado.”

Don Quijote decide acompañar a los felices Basilio, Quiteria y amigos a su aldea.

“A solo Sancho se le escureció el alma, por verse imposibilitado de guardar la espléndida comida y fiestas de Camacho, que duraron hasta la noche; y así, asendereado y triste, siguió a su señor, que con la cuadrilla de Basilio iba, y así se dejó atrás las ollas de Egipto, aunque las llevaba en el alma, cuya ya casi consumida y acabada espuma, que en el caldero llevaba, le representaba la gloria y la abundancia del bien que perdía; y así, congojado y pensativo, aunque sin hambre, sin apearse del rucio, siguió las huellas de Rocinante.”

(Donde se prosiguen las bodas de Camacho, con otros gustosos sucesos. Quijote, II, 21. RAE, 2015)

(Nota.- Después de la negación y el humor nervioso, la rabia, la impotencia, el miedo y el desánimo, las realidades difíciles se asumen; y se afrontan, no sin preocupación, con racionalidad, esperanza y sosiego; la solidaridad que espontáneamente emerge es lo mejor, diversa en pequeñas heroicidades y no tan pequeñas, reconciliadora. Entre todos, superaremos la pandemia del virus COVID-19)    

 

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Sobre el autor

Psiquiatra del Centro de Salud Mental "Antonio Machado" de Segovia


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