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El Norte de Castilla

¡Pero qué me estás contando!

Lo que saca a las azafatas de sus casillas

Qué molesto es estar durmiendo en el avión y que pasen vendiendo cualquier cosa. Ya puede ser ese objeto en mano de una azafata lo que más has deseado durante años, que de la boca del pasajero no se escapa ninguna frase agradable. Es molesto, pero peor es el comportamiento de muchos pasajeros durante el vuelo. O eso dice en un estudio la compañía de reservas de vuelos y hoteles Jetcost, que ha creado la lista de lo más pesado que hacemos al viajar.

Las bromitas con las medidas de seguridad. Qué gracioso es estar con los amigotes y jugar con el cinto, con las mascarillas y con los gestos que hacen azafatos y azafatas para explicar a todos cómo hay que hacer ante una eventual emergencia. Es gracioso

Utilizar tu compartimento, el del vecino y el del que está diez filas más adelante. Los precios por maleta fuerzan a que muchos usuarios utilicen al máximo el equipaje de mano. Tiene su sentido hasta el punto en el que tus cosas empiezan a ocupar lugares del avión que el azafato acaba de descubrir.


¡Quita los pies de ahí! Los espacios son cada vez más reducidos dentro de los aviones y algunos tratan de ganar sitio ocupando el de los demás. Está el caso del pasajero que ocupa permanentemente los brazos que separan los asientos, aunque eso solo suele molestar al vecino, pero otros pasan las piernas o los brazos al pasillo por el que deben circular los carritos de bebidas o las propias azafatas.

Yo soy más guay y utilizo mi móvil cuando quiero. Aunque ahora es posible utilizar muchos dispositivos durante el vuelo: ordenadores, teléfonos en modo avión, tabletas… hay momentos en que eso no se puede, pero siempre hay «listos» que se saltan las normas. No pasa nada por estar cinco minutos más.

Levantarse del asiento antes de finalizar el vuelo. Es un gesto contagioso que molesta a pasajeros y azafatas. Hay como una urgencia de salir del avión de los primeros, después de haber estado dentro varias horas.

El azafato no es un esclavo. Todos los asientos tienen a mano un timbre para llamar al personal de a bordo. Pero muchos lo usan inadecuadamente. Además de los que lo confunden con el botón de la luz, están los que llaman para pedir una bebida cuando se han recogido los carritos cinco minutos antes, o para que alteren la temperatura del avión, o para preguntar por donde están sobrevolando o para peticiones más absurdas.

Ir al baño o levantarse cuando no se puede. Cuando hay turbulencias, durante del despegue y aterrizaje está prohibido levantarse del asiento. Pero eso no vale para algunos que sienten las prisas para ir al servicio justo entonces o que tienen que buscar algo en su equipaje de mano o comentar algo a otro pasajero cinco filas más atrás.

Usar el avión como basurero. Después de que te montes en un avión, no pasa un duende y limpia todo. Ese trabajo tiene que hacerlo alguien. Y, como no, les toca a las azafatas.

Intentar aventuras insólitas. Practicar sexo a bordo de un avión es una fantasía recurrente para muchos. Existe un club, el Mile High Club que acoge a los que lo han conseguido. No es tarea fácil, se requiere un vuelo largo y de noche con la mayoría del pasaje dormido, una par de mantas que proporcionen intimidad o, en su caso, un cuarto de baño algo más amplio de lo habitual y en el que no tropezar con varios de los botones que proporcionan ciertos servicios (agua, jabón cisterna, timbre de emergencia…). Los auxiliares de vuelo y azafatas no suelen intervenir excepto si el caso es escandaloso o se busca su complicidad o… su protagonismo.

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