A. OJONEGROS
Hace escasos días se celebraba el Día Internacional de la Tierra, una jornada para concienciar de los muchos y graves problemas que padece este planeta en el que cada año nos damos una vuelta alrededor del sol, y cada día sobre nosotros mismos. A lo mejor en esto, en tanta vuelta y giro, radica tanta desorientación.
El 22 de abril, día en cuestión, los medios de comunicación se hicieron eco de la jornada, y, en esta era de redes sociales a pleno rendimiento -¡más madera!-, en estas florecieron todo tipo de frases, imágenes y montajes de lo más bucólicos y solidarios con la casa común en la que viajamos todos, que más que casa parece comunidad de vecinos mal avenida donde las humedades, desconchones… y otras eventualidades estructurales están a la orden del día.
Pues bien, mientras la realidad virtual muestra la mejor cara, o, el mejor maquillaje sobre ella a través de nuestras mejores intenciones, la verdad verdadera de la realidad más real nos desmaquilla con la cotidianidad que reflejan imágenes como esta del río Duero a su paso por la provincia vallisoletana. Eso sí, lo que no podrán echarnos en cara -maquillada o no- es que en su cuenca se cumplen escrupulosamente los estándares de seguridad antiincendios, porque, quién sabe, quizá algún día empiece a arder el río. Cosas más raras se han visto, para muestra, esta que refleja la foto.