A. OJOSNEGROS
En la lejanía dan el pego, aunque algo raro sí que se nota. Pero claro, qué se puede considerar raro -`bizarre´ que diría un francés- hoy en día.
Según te acercas la incertidumbre se va tornando certidumbre y no es necesario llegar a su altura para cerciorarse de que son replicantes, y que están aquí para quedarse, al menos hasta que acaben las obras y sean trasladados a otras donde seguirán con su función de alertar a los conductores para que reduzcan la velocidad pues van a transitar por un tramo de carretera donde se realizan trabajos de mantenimiento, allí donde la crisis ha dejado unos pocos euros para hacer algún apaño de `tente mientras cobro´.
Estos maniquíes -que como las cenicientas de Sabina- tienen toda la pinta de ser de “saldo y esquina” de algún gran almacén o tienda `Pret-à-Porter´, ejercen un poder sobre la conducta humana que para sí quisiera más de un líder político, pues con la gracilidad de movimientos y el don de palabra que se sabe, no tienen; son capaces de hacer frenar al más `echao pa lante´. Quizá porque el ser humano transmutado en conductor también tiene algo de replicante de sí mismo, y entre replicantes ya se sabe, no nos pisamos la manguera.
Estos maniquíes modelo Galerías Preciados (plantados a ambas entradas, o salidas, de la localidad burgalesa de Nava de Roa, en la travesía de la N-122), reciben al personal de espaldas, realizando a veces un auténtico pase de pecho cuando la banderola roja que sujetan, acompasada por el viento, acompaña el tránsito de algún vehículo como si de un morlaco se tratara, o tratase.
Al final llegará el final y como marca su sino, todos esos momentos vividos de forma imperturbable tras los escaparates o tras los tubos de escape, se perderán en el tiempo… como lágrimas en la lluvia.