Extrema unción
—Tranquilícese, don Augusto, yo no vengo a juzgarle el pulso. —No le creo, jovencito. Tiene usted pinta de gustarle la joda. —Ya me advirtió el arzobispo: «Tenga tacto con don Augusto. Se toma las bromas a la tremenda». —Las bromas no existen. Existen los bromistas, que es distinto. —No lo crea, don Augusto. Mírese: toda […]