(El Norte de Castilla, 23 de mayo de 2009)
Al Capone acabó entre rejas por evadir impuestos. En Chicago se conformaron con eso para librarse de su particular estilo empresarial. Desde entonces los abogados se ponen en guardia cuando sus clientes soportan una investigación de Hacienda. Si Capone, un tipo listo que supo limpiarse las manchas de sangre, fue incapaz de ocultar el cadáver contable, no hay que desdeñar esa porción de la defensa para contener los asaltos judiciales. A Gómez de Liaño, letrado de José Manuel Méndez, le ha reconfortado señalar que su defendido no ha sido acusado de delito fiscal tras la investigación de sus ingresos. Y no porque no haya sido descubierta una insolente tendencia a la mendacidad, sino porque el límite monetario del delito es superior al de la injustificación evidente de dinero y patrimonio.
Méndez no es Al Capone. Nadie busca manchas de sangre en su ropa ni alambiques en su garaje. Pero su defensa esgrime alivios que sólo un gángster sin escrúpulos escucharía complacido. Siempre decepciona ver a un cargo público esconderse tras los recovecos legales. Su serpenteo para librarse de una acusación por fraude fiscal extiende, entre vecinos y votantes de Arroyo, la sensación de que han sido defraudados a niveles que dejan el pecuniario por los suelos.