El Norte de Castilla, 16 de diciembre de 2006Sin ánimo de establecer una polémica crónica con nuestra concejala de Cultura y a pesar de que la ciudad se está jugando las lentejas en foros más determinantes, no puedo por menos que llamar la atención sobre el montaje navideño de la Plaza Mayor, ése que sin duda anegará las salas de espera de los psicólogos infantiles. Y no se trata solo del espanto que produce una Virgen María acicalada como si fuera la madre de Chucky y que, en consecuencia, tiene todas las papeletas para alojarse en las pesadillas de los más párvulos, sino porque el misterio belenista, pieza fundamental de nuestra cultura, como la Semana Santa imaginera, el palomar en ruina, las pastas de Portillo, el lechuguino y el lechazo en horno de leña, muy al margen de creencias y descreencias, ha sido invadido por una urbanización de gnomos que, a juzgar por el brillo de sus miradas y la comisura de sus inquietantes bocas, disfrutan parentesco también con el muñeco diabólico. Tan es así que el niño Jesús da la sensación de haber sido secuestrado. Bien está que la oficialidad eluda en el montaje escenas de dudoso regocijo, como la matanza de los inocentes, pero de ahí a ubicar al niño en el bosque mágico de los elfos y los enanos, a merced de cualquier sorbemocos, hay un abismo cultural.
©Rafael Vega