El Norte de Castilla, 21 de abril de 2007
Resulta sorprendente que una mujer con estudios universitarios haya sufrido y soportado maltrato psicológico durante años. Lo ha escrito un juez en una sentencia. Si lo hubiese hecho en la servilleta de un bar, la frase seguiría siendo un asco aunque, por lo menos, acabaría en la basura, que es su sitio, con las cabezas de gamba y los palillos mordidos.
No hace falta tener estudios universitarios para darse cuenta de que hasta los jueces pueden haber sufrido graves pedradas en la infancia. Hay indicios. Pero, superado el escándalo primigenio de la estulticia, acaso podamos enfangarnos en la frase y preguntarnos qué diantres ha podido ver esta singular mente jurídica en los estudios universitarios para dotar de semejante panoplia a quienes los abarcan. Me pregunto si, según la lógica del autor de la sentencia, pudiera dar más fortaleza la ciencia que la letra; si una carrera de tres años es suficiente para impedir el maltrato de fábrica, o estamos perdidos sin el postgrado. Tampoco encontré la asignatura troncal titulada ‘Ni por esas’ o la optativa cuatrimestral ‘Qué se ha creído este imbécil’. Antaño llegaron a decirnos que habríamos de licenciarnos para ser barrenderos.
Jamás oí decir que, de hacerlo, tampoco sufriríamos maltrato. Qué cosas.
©Rafael Vega