El Norte de Castilla, 22 de septiembre de 2007
Aunque se olvide la homofobia del alcalde y pase el Toro de Vega siempre habrá algún honrado y desesperado vecino, mal asesorado por una almohada cizañera, que abra los noticieros, regale contenidos a la tele matutina o cope las primeras páginas. Esta semana estuvimos a punto de armarla. La situación sufrida en Cigales me recordó aquella película hilarante, y sin embargo amarga, de Costa Gavras, ‘Mad City’, en la que un vigilante despedido secuestra a unos niños en un museo con el único fin de recuperar su empleo.
En Cigales también hubo cordón policial, periodistas metidos a negociadores, diagnosis silvestre y debate público; todos paseando de puntillas sobre la delgada línea que separa la reflexión del prejuicio, la crítica de la burla. El vecino de Cigales ya tiene adeptos y detractores. En gran medida ha conseguido con su desafuero lo que anduvo buscando sin éxito durante meses. El precio es otra cosa, también las consecuencias.
La justicia es exquisita, como el vino de Cigales. Necesita tiempo de barrica, correcta temperatura. Cuando se opta por la justicia de garrafa, como es el caso, está garantizado el tablón en la cabeza. Y si no hay otra cosa que beber estará el cuerpo acorralado, entre la espada y la pared, entre la sed y la resaca.
© Rafael Vega