Las noticias no podían ser más desalentadoras para el equipo encargado de diseñar la campaña electoral. Cada uno de ellos, cabizbajo, con su propio ejemplar de periódico sobre la mesa de reuniones, contemplaba incrédulo el titular que había echado por tierra su trabajo de la última jornada.
—¡Vaya gol que nos han metido! —acertó a musitar el subdirector de la campaña mientras mordía uno de los nuevos bolígrafos de propaganda.
—Se nos han adelantado de la forma más absurda —añadió el ingeniero de cancanillas.
—O quizá no —señaló uno de los tres vocales para el desarrollo de la aliteración.
—Qué quieres decir —preguntó el director como si hubiera sido activado por un resorte interno, ése recién adquirido en el cursillo de liderazgo, suscrito a la norma de que cualquier insinuación sobre la mesa debe ser inmediatamente acorralada para alivio de los indecisos y terror de los insidiosos.
—Nada, que a lo mejor no se nos han adelantado. A lo mejor…
—Explícate —añadió el director cubierto de autoridad.
—Pues que a lo mejor a alguien se le ha ocurrido irse de la lengua.
El murmullo entre los presentes fue instantáneo.
—¿Qué diablos significa eso? —preguntó desafiante el ingeniero informático, un poco harto de asumir que su profesión lo coloca siempre bajo sospecha.
—No empecemos a hacer acusaciones veladas. Acabarían dividiéndonos —espetó el director—. Y eso es precisamente lo que busca el enemigo. Mantengamos la calma y busquemos una solución inteligente.
—¡Qué solución, por todos los santos! ¡Nos han robado tres puntos del programa electoral! ¡Tres puntos! —gritó el comisario de soflamas protolegales.
—O quizá no… —dijo el segundo de los tres vocales para el desarrollo de la aliteración.
—¡Cómo que no! —intervino la directora de reclutamiento hipnótico—. Está bien clarito. Aquí lo pone: prometen «una mejora integral del sistema sanitario»…
—¡Esto es inaudito! ¡Se nos han adelantado por un día! —musitó cabizbajo el secretario adjunto para la exageración.
—…Y el «pleno empleo»…
—¡Joder, con las mismas palabras!
—¡…Y «una reducción gradual de las emisiones de ceodós»!
—Para mí está claro que ha habido una filtración —apuntó con un puñetazo en la mesa el secretario adjunto para la exageración.
—Pues, si eso es cierto, el traidor está en esta sala —dijo el subdirector de la campaña con cara de asco, mientras limpiaba de sus labios la tinta del bolígrafo de propaganda que acababa de reventársele en la boca.
—O quizá no —señaló el tercero de los tres vocales para el desarrollo de la aliteración.
—Tú dirás si no —dijo el ingeniero de cancanillas—. ¿Quién más sabía que nuestro programa prometía, y leo: «una mejora integral del sistema sanitario, el pleno empleo y una reducción gradual de las emisiones deceodós»?
—¡Dios, es que son las mismas palabras, compañeros! ¡Me están entrando escalofríos! ¡No se trata de una coincidencia vaga, no señor! ¡Aquí hay plagio electoral!
—¡Cabrones! —gritó el director del departamento creativo para la adulteración del adversario.
—O quizá no —espetó el tercer vocal para el desarrollo de la aliteración.
—Qué quieres decir —preguntó de nuevo el director.
—Puede que se les haya ocurrido a ellos solos.
El equipo guardó un breve silencio mientras cavilaba hasta que el ingeniero de cancanillas entornó sus ojos inquisidor y los dirigió lentos y amenazadores hacia el tercer vocal para decir después, con felina parsimonia:
—Me parece que ya hemos descubierto al traidor.
©Rafael Vega