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Sansón

Ojos que no ven

Diario de campaña (Capítulo 6)

Para el ingeniero de cancanillas era más que perentorio el lanzamiento de un bombazo informativo. Uno de ésos que devoran las primeras páginas de los periódicos y hacen uso de la tipografía más desmedida que pueda albergar una entrada de internet.
Los adversarios políticos —«las tribus», como llamaba el Angelcristo a los otros partidos del abanico democrático cuando se hallaba en la intimidad más cómplice— llevaban semanas pisoteando la línea de salida en esta carrera hacia el poder sin que fueran reprendidos por ello. Algunos, incluso, tuvieron la desfachatez de robarles tres puntos de su programa electoral y proclamarlo a los cuatro vientos; otros habían comenzado la lonja de rebajas fiscales sin que viniera a cuento. En fin, un sin dios que forzaba a la improvisación.
—Nosotros también podemos prometer las mismas rebajas fiscales que los demás. En realidad, a todos se nos ha abierto la veda de la reducción impositiva dado el estado de bonanza económica —señaló el subdirector de campaña mientras desempaquetaba un chaleco reflectante homologado, con el anagrama del partido en el pecho y en la espalda.
—¿Bonanza económica, dices? —preguntó uno de los vocales para el desarrollo de la aliteración—. ¿A ti te parece que el incremento de número de parados, la subida de la inflación y el aumento del endeudamiento son síntomas de bonanza económica?
—El subdirector de campaña ha querido decir que la caja está llena, compañero —aclaró el secretario segundo de organización—.
—Pero da igual cómo esté la caja ¿no? —señaló con una leve sonrisa el secretario adjunto para la exageración.
—Explícate —ordenó el director—.
—Bueno, estamos diseñando una campaña.
Las carcajadas fueron generales. A algún miembro del comité, hundido en la veteranía, le dio por recordar:
—¿Alguien se acuerda del ordenador por cada dos alumnos? —preguntó el comisario de soflamas protolegales.
La risas aumentaron de volumen sin que apenas pudieran los miembros del comité recuperarse de la carcajada anterior.
—Entendido, entendido —reconoció el vocal para el desarrollo de la aliteración—. Me refería más bien a que la rebaja que prometamos debería acercarse a un esfuerzo social en pro del bien común.
—¿Un esfuerzo social? —preguntó la directora para el reclutamiento hipnótico—. No podemos lanzar ideas que supongan un esfuerzo. ¿Cómo crees que podré llenar los autocares fletados para anegar las gradas en un mitin con incondicionales abanderados si lanzamos la más mínima y remota idea del esfuerzo social?
—Los reclutados hipnotizables son un asunto tuyo, compañera —matizó el secretario adjunto para la exageración.
—¡Un momento! —dijo ella—. Conviene que aclaremos este concepto: no son «reclutados hipnotizables», como soléis decir. ¡Son reclutables hipnotizados! De ello dimos cuenta en el último congreso en una de las mesas de trabajo, cuya ponencia debiera estar en todas vuestras estanterías.
—Bueno, lo mismo da —comentó el director del departamento creativo para la adulteración del adversario.
—¡Ni mucho menos! —insistió la directora para el reclutamiento hipnótico—. Es absolutamente imposible reclutar a quien no ha sido hipnotizado previamente, compañeros. Y ésa es una labor de importancia vital que precede a la que me ha sido encomendada.
—Bien —concluyó el director—. ¿Por dónde empezamos?
—¡Chalecos gratis! —exclamó el subdirector de la campaña.

©Rafael Vega

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Sobre el autor

Rafael Vega, también conocido como 'Sansón' por eso de las viñetas.


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