El Norte de Castilla, 17 de marzo de 2007
Aunque parezca que vivimos en una continua campaña electoral, no es así. Todavía pueden advertirse las diferencias en el buzón. Pasados unos años, allí donde solo se apostaban impertinentes las facturas, comienzan a hacinarse de nuevo los folletos electoralistas atraídos por el calor de las urnas. Como flamencos en una laguna, zancudos y pretenciosos, han anidado en el mío dos folletines excesivos: en uno el alcalde me muestra una Valladolid alicatada, como si yo no fuese de aquí, no hubiese sufrido las obras o se me hubiese olvidado de dónde salió la pasta para que él se refocile; el otro folletín se ensaña con rincones aberrantes que puedan desacreditar la labor municipal.
Como vecino de Valladolid me ofende sobremanera que los políticos quieran enseñarme la ciudad. Conozco peores rincones que los denunciados por el PSOE, algunos persisten desde los años 80 para vergüenza de ambos partidos. Y también conozco rincones mejores que los que el PP pretende atribuirse.
A mí, por ejemplo, me gusta el eco de las pisadas en la calle Huertas, la farola con poyata donde esperaban los universitarios, la luz vespertina del patio de mi casa, el ruido de los coches sobre el Puente Colgante…, y nada de esto es mérito de la Política migratoria y oportunista que solo atiende a los buzones cuando se acerca la campaña.
©Rafael Vega