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Sansón

Ojos que no ven

Diario de campaña (Capítulo 5)

Rompió el hielo la última vocal para el desarrollo de la aliteración, que se incorporó al grupo el viernes pasado. Mientras hablaba, los demás miembros del comité anotaban en sus cuadernos o asentían con gesto entre abatido y cómplice cada una de sus aportaciones, lo que significaba que aquel punto en concreto andaba también en sus portafolios y había sido pisoteado. Cada una de sus ideas era anotada por el subdirector de campaña en la gran pizarra transparente instalada en la sala de reuniones. Pero, muy a su pesar, aunque con gallardía, hubo de ceder el rotulador al ingeniero informático, dotado de una caligrafía más legible, más ordenada y más respetuosa con el espacio limitado del cristal y con los brillos que producía la luz del techo en áreas que impedían la correcta lectura.
Todos los miembros del comité fueron aportando sus ideas, cuya cantidad se iba reduciendo conforme pasaban turno hasta que, por último, el director del departamento creativo para la adulteración del adversario reconoció que todas sus posibles contribuciones habían sido dichas anteriormente por alguno de sus compañeros y que, por lo tanto, no tenía más que añadir; si acaso, mejorar alguna de ellas, sobre todo aquéllas que incidían en su especialidad y que de forma tan poco elegante habían sido dictadas por otros compañeros que, lejos de atenerse a su área de trabajo, habían preferido invadir la suya. En este sentido reconoció que habrían de buscar los puntos débiles del adversario político cuanto antes, como señaló, a su parecer, de forma inoportuna, el comisario de soflamas protolegales y que para ello proponía la contratación de un ejército de detectives privados, periodistas cojoneros y afiliados traidores, tal y como se había hecho en otras ocasiones.
—No nos saltemos etapas, compañero —dijo el director—. Es conveniente que primero echemos un vistazo a esta tormenta de ideas para darle el orden y el concierto que precisa.
—Yo sólo quería aportar algo, ya que se me ha privado de hacerlo —apuntó el director del departamento creativo para la adulteración del adversario mientras mostraba una hoja completamente manuscrita para probar el esfuerzo realizado durante el fin de semana y que finalmente había resultado estéril.
—No le des importancia a esa minucia. Somos un equipo. Ya sabemos que casi todas las ideas reflejadas en la pizarra podrían haber sido escritas por cada uno de nosotros —dijo el subdirector, aún dolido por la unánime sustitución como rotulista de la que había sido objeto.
—¿Ah, sí? —insistió el director del departamento creativo para la adulteración del adversario—. Entonces no entiendo este ejercicio.
—Si vamos a discutir cada dos por tres el modus operandi no llegaremos a buen puerto —advirtió el director—. Será mejor que vengamos a estas reuniones con el espíritu positivo y la colaboración en perfecto estado de revista.
—Está bien, pero la próxima vez que haya una tormenta de ideas echamos a suerte los paraguas.
—No hace falta —dijo la vocal para el desarrollo de la aliteración—. Me veo en la obligación de recordar que nadie quiso hablar el primero hasta que yo, encantada, por cierto, lo hice a petición del director de campaña. Así que la próxima vez, compañero, puedes arrancarte tú sin que nadie te lo diga.
—¡Caray! ¡Ja! ¡Vaya con la nueva! —exclamó el secretario segundo de organización.
—¿Qué diablos significa eso? —preguntó entre ofendida y desafiante la directora de reclutamiento hipnótico.
—Nada, nada… —dijo entre sonrisas el secretario segundo que buscó desesperadamente y en vano la complicidad de alguno de sus compañeros.
—Bien, es tarde —dijo el director. Será mejor que copiemos todas las ideas vertidas en la pizarra y que las ordenemos en casa.
El abogado especialista en reinterpretación de la ley de protección del honor no pudo disimular un bufido que se vio en la obligación de justificar:
—Tengo la sensación de que estamos perdiendo un tiempo valiosísimo. Llevamos cinco reuniones y aún no hemos sacado nada en limpio.
—Bueno, esto es política —dijo el subdirector de campaña.
La pizarra mostraba un enervante amasijo de palabras, unas más legibles que otras. Algunas hacían referencia al ideario político que debía resaltarse durante la campaña, otras podían ser consideradas como cuestiones de orden dirigidas al buen hacer interno del grupo y otras no eran sino ideas sueltas sobre frases, dichos y soflamas que podían repetirse una y otra vez a lo largo de la campaña para ser reproducidas en camisetas, pegatinas, folletos y pancartas hasta que anduviesen a sus anchas por la mente de los votantes. En fin, todas ellas, ceñidas al poco espacio que tenían, daban como resultado la siguiente cadena de voces:
«Pensiones, café, mañana, futuro, futuros, futur@s, infancia, ruina, positivo, calendarios, corrupción, patria, costas, Melendi, Europa, Turnos, fronteras, sin, con, adelante, Chavez, juntos, juntas, junt@s, presupuesto, tareas, viajes, inútil, trapos sucios, urbanismo, garantía, mentiras, verdad, nosotros, nosotras, nosotr@s, 10 semanas, organigrama, vivienda, blogs, youtube, productora, canción, gays, prensa, imagen, Defensa, motoristas, Sanidad No lo contrario, Mundial, bilingüe, banda ancha gratis, Marruecos, Pizarra blanca normal».

©Rafael Vega

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Sobre el autor

Rafael Vega, también conocido como 'Sansón' por eso de las viñetas.


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