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Sansón

Ojos que no ven

Gore se lo explica a Bush

Con evidente indignación, George W. Bush ordenó a su secretaria que contactara inmediatamente por vía telefónica con Al Gore. En realidad lo que George W. Bush dijo fue: “¡Ponme con ese cretino bocazas antipatriota!” Por fortuna ella ya sabe traducir perfectamente las frases de su presidente, aunque la hazaña le haya costado toda la primera legislatura y muchos disgustos en la segunda.
La localización del ex vicepresidente no fue sencilla. En todas partes le decían que Gore estaba de gira promocional, como las estrellas de Hollywood, hablando a diestro y siniestro sobre el calentamiento global del planeta, presentando su película Una verdad incómoda y posando ante fotografías tomadas vía satélite como si fuera el hombre del tiempo.
La secretaria de Bush, que conoce a su comandante en jefe y sabe perfectamente que no le gusta esperar, puso en marcha la operación ‘Tormenta del deshielo’ y desvió con una eficacia y discreción digna de encomio parte de los fondos destinados a acabar con Fidel Castro (ya innecesarios) para localizar e interceptar, si fuera preciso, al nuevo profeta apocalíptico estadounidense.
Al Gore se encontraba en Tahoe hablándole a un banco de peces cuando un helicóptero de la US Navy interrumpió su discurso y le arreboló el tupé. “¡Maldita sea!”, se dijo Al, “Cómo hay que decirles a los pilotos de helicóptero que detengan las hélices antes de aterrizar”.
Del aparato salió un impecable oficial de la Marina que portaba un teléfono móvil. “Señor Gore, el presidente de los Estados Unidos de América quiere hablar con usted”, dijo.
Al cogió el teléfono con reparo y gritó:
—¿Quién es?
—¡Al!
—¡Yo soy Al!
—Ya sé que tú eres Al, maldita sea. Lo que no sé es qué demonios estás haciendo.
—Estoy observando un helicóptero que derrocha combustible como si lo pilotara el mismísimo diablo, que Dios nos proteja.
—Amén. No me refiero en este mismo instante, mentecato. ¡Qué demonios estás haciendo en general!
—Ya sé que los demócratas no te somos simpáticos, pero tampoco es necesario que me insultes en este preciso momento; nadie nos escucha.
—¡Adónde quieres llegar con esa película tremendista!
—¿La del calentamiento global?
—¿Acaso has presentado más, por Dios Santo?
—Amén, no.
—Pues eso, por todos los demonios; maldita sea, hablar contigo es peor que comer la tarta de arándanos de mi madre, y que el diablo me lleve si crees que estoy criticándola.
—¿Qué problemas tienes con el cine documental?
—Yo no tengo problemas con el cine documental. He visto mucho cine documental, por Dios Santo. He visto ‘Tora!, Tora!, Tora!’ por lo menos seis veces, diablos, me sé de memoria ‘Fort Apache’, a Dios pongo por testigo.
—Amén. No entiendo tu encono.
—A mi no me hables como si fuera un espalda mojada, maldita sea, soy tu presidente ¿Qué demonios significa esa palabra del diablo?
—Perdona. Quería decir que no entiendo tu enfado.
—Yo soy quien no entiende qué demonios hace un ex vicepresidente estadounidense alertando al mundo sobre los efectos del calentamiento global de la atmósfera. Por Dios Santo, que el diablo me lleve si no estabas de acuerdo con Clinton cuando se negó a ratificar el protocolo de Yamamoto.
—De Kioto.
—Es igual, esos malditos japos son todos iguales; que el diablo me lleve si kioto, yamamoto y terremoto no significan lo mismo.
—Sí, es cierto, Por todos los diablos, esos japos son incomprensibles… Sólo a ellos se les ocurre vivir en casas de papel. ¿Tienes idea de la cantidad de hectáreas de bosque se pierden al día para hacer sus endiabladas habitaciones? Llevo años diciéndolo en mis conferencias.
—Tengo idea, Al. He hecho mis cálculos, soy tu presidente; los presidentes somo fríos y calculadores y no tenemos necesidad de pronunciar conferencias para demostrar al mundo que tenemos idea de las cosas. Pero esa no es la cuestión. La cuestión es otra muy distinta, maldita sea. Estamos quedando ante los ojos de Dios como unos antipatriotas del demonio. ¿Dónde se ha visto que un ex vicepresende tire piedras contra la Casa Blanca? Maldita sea, Al, espero que tengas una buena explicación para esto porque si no pondré a todo Hollywood en tu contra. Tengo a Oliver Stone comiendo en mi mano porque soy el único que habla bien de su última película y no dudaré en arrojártelo a la cara y que Dios te ampare.
—Amén. ¿Pero no te han dicho nada, maldita sea? ¿No has hablado con tu gabinete, con Stan?
—¿Stan? ¿Quién es Stan?
—Maldita sea, por todos los diablos, George. Stan es el tercer asesor presidencial. Lleva en la Casa Blanca desde Nixon, y que Dios tenga piedad del pobre Richard el día de Juicio Final.
—Amén. ¿Stan, uno bajito, con cara de búfalo?
—Stan, sí: uno bajito con cara de búfalo que siempre usa gafas de pasta.
—Por Dios Santo, de pasta, que el diablo se lo lleve.
—Sí, de pasta, maldita sea. Una pesadilla, lo sé. Pero es el único que recuerda la clave alfanumérica del maletín nuclear, por Dios Santo. Por eso no lo hemos echado ninguno. Es de lo primero que nos advierten a todos cuando llegamos a la Casa Blanca y que Dios nos proteja si le pasa algo al pobre Stan.
—Amén. Stan, maldita sea. Ya sé quién es.
—Stan, sí. Stan me llamó en tu nombre y me dijo que había que tomar medidas drásticas.
—¿Y quién es Stan para hablar en mi nombre?
—Ya te lo he dicho, por todos los diablos, Stan es asesor de tu gabinete, uno bajito, con cara de búfalo que usa gafas…
—Ya, ya, ya, maldita sea. No empieces, Por Dios Santo, hablar contigo es peor que aguantar una bronca de mi padre durante una mañana de resaca. ¿Qué diablos te dijo Stan?
—Lo de los chinos.
—¿Los chinos? ¿Qué demonios de las mismísimas Montañas Rocosas tienen que ver los chinos con Stan? ¿Le han sacado la clave del maletín?
—¡No, por Dios Santo, que Dios nos proteja si ocurriera algo así! Stan es una tumba bajita con cara de búfalo y gafas de pasta; antes de hablar preferiría que lo frieran en aceite de hamburguesería. La cuestión es que los chinos tienen que ser a partir de ahora los culpables del calentamiento.
—Maldita sea, que las llamas del infierno los carbonicen a todos.
—Stan me dijo que tú le dijiste, y que el diablo me lleve en sus alforjas de piel de cabra comunista si miento, que los chinos están empezando a despertar. ¡El take off, George, el take off! Tienen fábricas por todas partes tras esas murallas del demonio y manufacturan productos que exportan a todo el mundo, George, que Dios nos proteja.
—Amén, Al. Por Dios Santo.
—Stan me dijo que le dijiste que me dijera que yo le dijera al mundo libre y civilizado que se rompe la baraja, George. Si los chinos van a ganar más dinero que nosotros exportando sus coches, sus electrodomésticos, sus juguetes, sus metalurgias y para hacerlo necesitan emitir tantos gases a la atmósfera como nosotros, o incluso más, pues es que ha llegado el momento de dar por terminada la partida, George. Ahora ya podemos hacerle ascos a la emisión de gases porque el negocio se lo van a llevar ellos. ¿Te imaginas a todos los chinos conduciendo sus utilitarios? ¿Qué sacaríamos nosotros si van a fabricárselos ellos mismos? Si eso ocurre y no lideramos la nueva cruzada ecologista para frenar en seco su expansión, que Dios nos acoja en su infinita misericordia.
—Amén, Al, amén. Deberíamos vernos en persona y buscar soluciones todos juntos, los buenos republicanos y los buenos demócratas temerosos de Dios, porque si es cierto lo que dices que te dijo Stan que yo le dije nos enfrentamos al peor de los problemas desde que Carter boicoteó los Juegos Olímpicos de Moscú.
—Eso creo, George, tenemos un problema de todos los diablos.
—Que Dios te proteja, Al, continúa con mis directrices y no me falles.
—Señor, sí, señor. Ya sabes que yo he sido ecologista antes de ser vicepresidente. Puedo infiltrarme entre ellos, conozco sus tácticas, sus debilidades, les digo lo que quieren oír, hasta se ríen con mis ocurrencias.
—Sí, por todos los diablos. Bien sabe Dios que eres el político más gracioso que me he echado a la cara.
—Por cierto, George, ¿has visto el documental?
—Hace tiempo que no veo nada que hagan los demócratas y que el diablo me lleve si alguna vez lo hago.
—Amén.
©Rafael Vega

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Sobre el autor

Rafael Vega, también conocido como 'Sansón' por eso de las viñetas.


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