El Norte de Castilla, 17 de febrero de 2007Una de las actividades que mejores recuerdos produce en la memoria es el boicot. No hay añagaza pergeñada contra el sistema, a ser posible frustrada, que no se añore, que no se pasee entre los imberbes con orgullo y nostalgia. Quién no tiene su día de gloria en el que encarnó a un David, sin piedras y sin honda, contra un Goliat intratable. En esta dramaturgia el perdedor, hundido en su patetismo, logra la gloria. No hay nada como el desequilibrio de fuerzas: la carga de la caballería ligera, el general Custer, Numancia, Masadá, los ocupas y, ahora, Javier León ‘versus’ Tren de Alta Velocidad. Ya ha advertido el alcalde de que ha de sentarse sobre las vías para impedir el paso del tren si el soterramiento no se inicia. Qué bonita parodia de rebeldía vandálica; y qué foto. Supongo que no hay reportero gráfico afincado en Valladolid que no sueñe con semejante imagen: un prócer, cuando menos, acuclillado sobre una traviesa ahíta de grasas, ante el morro de la serpiente monocroma, como diría nuestro querido y admirado Ángel María de Pablos. Es tal el atractivo de la broma que espero de los organismos competentes la negligencia suficiente para no defraudar la expectativa de ver al alcalde en este brete. Por favor, no nos sean eficaces. Actúen como de costumbre.
© Rafael Vega