El Norte de Castilla, 26 de enero de 2008
Ahora resulta que, a pesar de la imagen de precavidos que difunden, los bancos también tienen su corazoncito; restos de imperfecta y pacata humanidad. Un individuo ha conseguido torear a algunas entidades haciéndose pasar por un jugador profesional de baloncesto. Por supuesto, le dieron hasta la llave del baño. Los grandes timadores de la historia se han servido siempre de los prejuicios establecidos. La ancianidad aseada inspira disposición; la belleza, servidumbre; la fortaleza, sumisión, la autoridad, obediencia y, por lo visto, una combinación de espectacular altura, pigmentación cutánea y ropa deportiva inspira confianza ciega en la solvencia. Y ahí reside, precisamente, uno de nuestros graves problemas de convivencia. Si un sujeto, con iguales características e indumentaria, hubiese dicho que era notario, habría levantado tales sospechas que su plan estaría en el guano. No podemos acudir a una joyería desaliñados ni vender crecepelos si padecemos alopecia. Las apariencias y los prejuicios mantienen una fluida conversación a nuestra costa y se empeñan en ahorrarnos reflexiones y curiosidades; como si todo lo blanco y en botella no pudiera ser más que leche. Menos mal que la picaresca está ahí, para contradecirnos.
©Rafael Vega