El Norte de Castilla, 10 de noviembre de 2007
Ya estamos acostumbrados. A menudo José María Aznar consigue relacionar el nombre de Valladolid con alguna declaración que atraviesa la frontera de lo local. En esta ocasión se fundió su desdén por la sentencia del 11-M con la firma, al día siguiente, de un nuevo libro adoctrinador. Y el político que, a juzgar por sus estertores verbales, mantiene abiertas las heridas de la derrota electoral y se empeña en sostener que tanto él como su partido son las principales víctimas de aquella debacle, obtuvo el agasajo de los admiradores junto con la loa cortés y obligada de sus partidarios. Sin embargo, a todos ellos había de superar, como de costumbre, nuestro alcalde, poco dado al disimulo y muy proclive a la ostentación de la tendencia. Como buen y agradecido dependiente se acercó a la imagen espectral del ex presidente, de tan magra como la luce, para darle el parte: «aquí está todo bajo control», mi jefe, mi capitán, padre y muy señor nuestro. No vayamos a pensar que la lealtad se muere en las batallas. Aquí, claro está, por Aznar se ha izado la bandera, por él vibra el clarín…, cosas que solamente se hacen cuando el guía regresa a puerto, aunque yazca en el puente y su aliento pertenezca a las entidades fantasmagóricas; esas que ni pinchan ni cortan.
©Rafael Vega