El Norte de Castilla, 13 de diciembre de 2008
La manifestación de hoy por la pervivencia de Renault en Valladolid debiera servir para sacarle los colores a la firma gala y a todos los políticos de uno y otro confín que se han dejado intimidar por la multinacional durante las últimas dos décadas. Valladolid no está preparada para prescindir de su factoría de automóviles y esto sólo anima a pensar que no hubo voluntad para aprovechar al máximo su tirón industrial.
Anduvimos, eso sí, regalándole al rombo todo tipo de prebendas locales y autonómicas que aplacaran los ánimos, que disolvieran anticipadamente manifestaciones multitudinarias como la de hoy. Los sindicatos insisten en que Renault no está cumpliendo lo convenido. Y es cierto. Pero llegados a este punto sólo tenemos la opción de esperar a que pidan perdón por su desfachatez, un perdón que igualmente dejará la industria vallisoletana en el erial. Estamos a punto de pasar de la negación a la ira. Sabemos que el final de este camino será la aceptación y hacia ella habrá que mirar para preguntar al inquieto Villanueva cómo va esa factoría de aviones tan apoteósica que iba a redimirnos o para preguntar al alcalde por qué no pasa nada si Ikea no se instala en Arroyo.
Hoy debiéramos salir todos a la calle, precisamente, para no acabar en ella.