(El Norte de Castilla, 3 de octubre de 2009)
Uno de mis más queridos maestros ha llegado a advertirme, no hace mucho, de que mi inclinación por valorar la cantidad en los aspectos vitales hace buenas migas con el materialismo dialéctico. Yo creía que casaba mejor con mi apego por cierto naturalismo aunque la razón, seguramente, está de su parte.
Sin embargo, esta querencia no es sólo fruto de mi falta de fe en lo excluyente, como lo ultra terreno (que también), sino convicción de que sin cantidad no hay margen para nada más, calidad incluida; de que sin días no los habrá felices; de que sin obras no las habrá maestras, de que sin ensayos no habrá modo de acertar, al menos, una vez en la vida. La cantidad es el arma secreta de la naturaleza para conseguir lo que se proponga, ya sea poner un océano entre África y América o conseguir que una versión evolucionada de lémur, acabe pisando la Luna.
Por eso siempre aspiré, al margen de mis gustos y los gustos de los demás, a la longevidad y a la cuantía ingente. Así que lo primero que me vino a la cabeza, tras conocer el fallecimiento de ‘Ansúrez’, fue el cálculo aproximado de todos los ripios que atesora la Hemeroteca de EL NORTE desde que Francisco de Cossío dispuso y, sin duda, tan vasto arsenal sólo puede despertar una profunda admiración.