Las apariencias no siempre engañan. Cuando da la sensación de que lo hacen, arrancar con argumentos para aclararlo todo no siempre es la mejor opción. Narraba un celebrado escritor español cómo una situación incómoda puede convertirse en un horror mayor si se trataba de justificarla. El contenido del cuento era más o menos el siguiente. Un granjero estaba en el establo tratando de ordeñar a una vaca. No era habitual que el animal rechazase que le tocasen la ubre, pero aquella mañana se mostraba bastante esquiva. Como no había forma humana de dominarla, el ganadero optó por colocarse detrás de ella, muy cerca del rabo. Decidió despojarse de los tirantes, atarle las patas con ellos y así poder llenar de leche su caldero. Cuando se quitó los tirantes, los pantalones descendieron hasta los tobillos. En ese preciso instante entró su esposa en el establo y se topó con una escena de tintes zoofílicos, cuando no de hechos consumados, de esas en las que la traición es doble. Ante lo que contemplaban sus ojos, la mujer lanzó una retahíla de improperios y le pidió la dichosa explicación. El granjero le contestó con el clásico ‘no es lo que parece’ y que si le revelase lo que había sucedido iba a ser tan increíble que no haría más que empeorar las cosas.

El Partido Popular no es una granja, aunque la rebelión de las vacas sagradas contra un pollo sin cabeza lleva escritas muchas más páginas que la breve y contundente fábula orwelliana ambientada en una explotación ganadera muy particular. Las dos historias son tan entretenidas que no sabes con cuál de ellas irte a la cama. La que ideó George Orwell ya te la sabes, mientras que la popular es apasionante porque cada día te encuentras con un par de páginas nuevas y no ves el final. Este reciente cuento elitista y campesino contiene todos los ingredientes para que no te venza el sueño. Mujeres espectaculares, bigotudos de vodevil, espías caídos en desgracia, puñaladas traperas y rémoras que desparasitan a los escualos en paraísos fiscales o sociales. Si no eran suficientes los personajes y las situaciones ya sabidas, ahora se añade a los textos el capítulo en el que un juez y un ministro bocazas estaban disparando por ahí, marcando territorio. En España a todo el mundo le ha dado por apuntar a lo grande y la fuente de inspiración resulta ser la caza mayor, en la que se han afanado los señoritos de toda la vida. En Castilla y León se practica el tiro al blanco como en todas partes. Como nuestro país aún está de una pieza y no hay bicho viviente que pueda controlar la caprichosa trayectoria de los perdigones, hay quien no hace otra cosa que rezar para zafarse de ella. La mala noticia es que se ha abierto la veda y a nuestros bosques vienen a cazar los escopeteros con los que no contabas, pero que estaban agazapados en un vulgar matorral. De momento, ya tenemos a un enorme venado leonés marcado.

Publicado en El Norte de Castilla el 14 de febrero de 2009