EL PNV Y JUAN JOSÉ IBARRETXE CONSIDERARÍAN “UNA AGRESIÓN” UN GOBIERNO DE LOS CONSTITUCIONALISTAS
Algunos creen que el Poder es como la herencia del abuelo que fue a hacer las Américas. Cuando están cómodamente instalados en él se les llena la boca de frases hechas, tales como “democracia, el pueblo tiene la última palabra…” Pero cuando ese pueblo se pronuncia y no les brinda su apoyo incondicional, donde dije digo, digo Diego. El Partido Nacionalista Vasco entiende como ¡una agresión! que PSOE, PP o UPyD puedan llegar a un acuerdo de gobierno. El tripartido que hasta ayer le mantuvo en Ajuria Enea sí que podía ser entendido como una agresión, entre otras razones porque en los escaños del Parlamento de Vitoria se sentaba gente que apoyaba el terrorismo o, cuando menos, no lo condenaba. Esto sí que constituía una agresión a la democracia y a la decencia política, porque Ibarretxe se convirtió en ‘lehendakari’ con los votos de los que simpatizaban con ETA o comulgaban con su ideario y que permitieron su investidura.
No comprende el PNV que las sociedades ponen límite a su paciencia. En Euskadi los nacionalistas han provocado el hartazgo de la sociedad vasca, con sus aventuras mesiánicas. Ahora que las urnas les han dado la espalda hablan de agresiones. Más le vale al entorno ‘abertzale’ conservador sentarse a reflexionar y pensar qué forma de hacer política les va a desalojar de una poltrona que han calentado desde el comienzo de la democracia en lo que ellos denominan Estado español. Hace meses, Juan José Ibarretxe proclamó a los cuatro vientos que se iría tan tranquilo a su casa de Llodio si los ciudadanos (“los vascos y las vascas”) no apoyaban su dichoso Plan. Ahora que no hay plan ni parece que tampoco residencia oficial en usufructo, no le queda otra que cambiar de aires y de afanarse en la regeneración de su vida personal, y visitar de vez en cuando la sede de su partido, en el que no tiene sólo amigos; más bien un grupo abigarrado de intereses personales salpicados de aventura que han sido incapaces de aceptar la diversidad del pueblo vasco, centrando su discurso en que sólo quien es nacionalista es un vasco de pata negra, sin haber considerado como una prioridad los desafíos a los que se enfrentan sus ciudadanos en este convulso siglo XXI. Y es que Sabino Arana se ha convertido en una reliquia del pasado.