Hasta que la Humanidad pudo asistir a la eclosión del Barroco, hubo de recorrer un largo trecho. Durante un período hacia el que hay que remontarse más de mil años, la cristiandad lanzaba loas a la Divinidad en el interior de los conventos. Eran cánticos de escritura sencilla y monocorde, que balbucía en torno a una notación monopolizada por medidas ‘ad libitum’, en cierto modo caóticas, aunque cargadas de intensidad y fervor. Pronto convirtieron esa monotonía en argumentos polifónicos y el resto de la evolución melódica comenzó su andadura. Pero la música no existiría tal como la conocemos hoy sin ese fervor cristiano.
El lema del Festival de este año, ‘Ave Lux’, no era óbice para que la organización rindiese un homenaje a estas primigenias melodías de una época oscura y trufada de miedos, unas formas musicales que, por otra parte, siempre han salpicado distintas ediciones de este ciclo de conciertos, en un claro homenaje a esos inicios tenebrosos. Schola Antiqua es una formación que ama este repertorio. No en vano, sus componentes han sido educados como niños de coro, y ésta es la razón por la que la conexión entre sí y el auditorio obedecía a toda una vida dedicados a estos menesteres. Este extremo se percibía en la atmósfera austera y de entrega total que acogió el templo durante el concierto vespertino de ayer. Responsorios, lamentaciones o antífonas fueron expuestos sobre el escenario entre claroscuros. Las dieciocho voces sonaron como una sola en la mayor parte del recital. Esto obedece a toda una vida entregados a esta extraordinaria forma artística. Pero la luminosidad con la que brilló la contrición de la Schola no habría alcanzado la excelencia de no ser por el refinamiento de su director, que ha sabido tejer un entramado sonoro administrado con una responsabilidad sin parangón. El canto gregoriano precisa de una habilidad especial para no aburrir al público actual, de ahí nuestro reconocimiento a la labor de dirección de Juan Carlos Asensio, que fue aplaudida por el público. Concluyó el programa con el ‘Miserere’, pero la tradición ha representado en el tenebrario los quince cirios que encarnan a los apóstoles, a ‘las dos mujeres’ y a María, cuya luz permaneció encendida tras haber sido apagadas el resto una a una por los miembros del coro. En honor a la Virgen, el programa concluyó con un canto de la ‘Salve Regina’, en un concierto pleno de austeridad, de música sincera y enriquecedora del espíritu.
PRÓXIMOS CONCIERTOS
Finaliza así la primera entrega de esta séptima edición. El viernes 27, el templo románico retomará el ciclo con la
Orquesta Barroca de Venecia. El sábado a mediodía, en Nuestra Señora de la Asunción, de Morales del Vino; por la tarde, en San Cipriano, la formación
Tenebrae Choir, y, finalmente, el domingo, a las 18.30, el cierre del Festival, a cargo de la formación camerística
Soles Barrocos.
Publicado en El Norte de Castilla el 23 de marzo de 2009