Hay dos formas de vivir la fe: una, negando la existencia de Dios; otra, padeciendo a quienes defienden lo contrario desde el despacho episcopal. Cada uno puede añadir de su cosecha las que se le ocurran, más saludables que las anteriores, pero lo cierto es que nos toca lidiar con las primeras. Todas las religiones se han aprovechado de la ignorancia del ser humano para sentar las bases de su propia supervivencia. Sin excepción, sus jerarquías se han desenvuelto como peces en el agua a través del proceloso caudal de la miseria o el de la política procaz.
Durante estos días, este periódico ha asistido al ardor que provoca el fenómeno religioso cuando es manejado desde la irresponsabilidad. La constatación de que es así se muestra en el trazado de una estrategia conspirativa pergeñada contra el conjunto de la sociedad, a la que se ha enfrentado innecesariamente. Aprovechando el altavoz de la propaganda infantiloide y utilizando los medios de comunicación para dar cobijo a esos mensajes, la Iglesia Católica ha puesto en circulación una mercancía peligrosa, alentando la dicotomía entre buenos y malos. Nada nuevo, si nos remontamos a las gloriosas páginas que han sido escritas de su puño y letra. Pronto asistiremos a la eclosión de la Semana Santa y las espadas brillan entre el cielo y el asfalto, a la espera de lacerar a cualquiera que se preste a semejante juego. Y todo por aplicar plantilla y mezclar intimidad con politiqueo, al más puro estilo de las Cruzadas, una estrategia en la que se arrogan una maestría consumada. Los ejecutivos de esta confesión comenzaron a calentar el ambiente con un cartelón ilustrado con imágenes de microscopio, un lince y un bebé. Más recientemente, han comenzado a bendecir a las embarazadas y sus fajas, pero han sido incapaces de curarles el dolor de espalda. Pronto el motivo propagandístico podría ser irrumpir bendiciendo una paella o un cocido maragato. Tampoco se han librado los niños de un colegio público riojano, a quienes mostraron un vídeo con fetos desmembrados y toda la parafernalia sanguinolenta, focalizando todo su odio hacia el presidente Zapatero y el partido que le da soporte. Muchos de estos alumnos llegaban a casa lívidos, cuando no horrorizados, soliviantando a sus padres. Esas imágenes tienen un autor y sus copias han de ser interceptadas por las autoridades y someter a escrutinio a quien atente contra la infancia o la convivencia democrática. Nadie sabe cuántos lazos desfilarán estos días por nuestras viejas calles, haciendo el caldo gordo a los mismos que han atenazado la vida que nos pertenece por derecho intrínseco. Tampoco podemos adivinar el punto en el que podrían converger con violencia posiciones contrapuestas. Pero de lo que no tengo duda es de que durante siete días por esas vías dolorosas se arrastrarán la fe sincera y el cinismo disfrazado de arte.
Publicado en El Norte de Castilla el 28 de marzo de 2009