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Roberto Carbajal

La aventura humana

Nicolas Sarkozy, borracho durante una rueda de prensa

El presidente de la República Francesa, y puede que también de Francia, ya está durmiendo en el Reino de España con Carla Bruni, en la antigua ‘casita’ de Franco, El Pardo (el palacio, no el dictador). Los enormes zapatos de Sarko tienen una habitación para ellos solos porque, como todo el mundo sabe, el presidente galo lleva unos tacones con trampa que le hacen crecer unos cuantos centímetros para estar a la altura de su ¿bella? y rica esposa.

Sarkozy es ‘un buen amigo de España’. No lo digo yo, que también; lo dice José Luis Rodríguez Zapatero, que va a tener unas palabras con ese judío galo-húngaro por cuestionar su inteligencia. “Se va a enterar éste…”, pensará nuestro presidente. Hemos de reconocer que desde que Francia colabora, ETA está más diezmada, y esto hemos de reconocerlo. Pero, en fin, veremos qué da de sí la visita, que me da que van a ser todo buenas palabras y cultura, mucha cultura.

De la cultura popular sabemos todos, sobre todo en España, país de barras de pan y de barras de bar. Quién no se ha pasado alguna vez con la bebida… Pero lo que ya no controlamos los españoles es cómo se empina el codo en otros países hasta que no lo probamos ‘in situ’. A los rusos les va la botella tanto o más que a nosotros, y eso lo contamina todo, hasta las formas de cualquier político, de altura o de bajura. En el siguiente vídeo, la televisión francesa nos muestra a un Sarkozy feliz, algo desorientado y, para qué vamos a andarnos con paños calientes, con una castaña brutal.

Los hechos tuvieron lugar durante una cumbre del G8 en el balneario alemán de Heiligendamm, que tiene nombre de cerveza y quién sabe si mañana de vodka. Previamente a la comparecencia ante los periodistas, había charlado en buena onda con su colega Vladímir Putin, que no da puntada sin hilo y, por lo que parece, no pronuncia palabra sin mojarse el gaznate. Sarko no estaba al día de las costumbres rusas y es entonces cuando atrapas lo que no esperabas.

Véanlo y diviértanse tanto como Nicolas, si es que pueden igualarlo a palo seco. ¡Hip!

Sobre el autor

Tenía siete meses cuando asesinaron a John F. Kennedy. De niño me sentaba en los parques a observar a la gente, pero cuando crecí ya no me hacía tanta gracia lo que veía. Escribo artículos de opinión en El Norte desde 2002, y críticas musicales clásicas desde 1996. Amo la música, aunque mi piano piense lo contrario. Me gusta cocinar; es decir, soy un esclavo. Un esclavo judío a vuestro servicio.


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