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Roberto Carbajal

La aventura humana

El avión del presidente

El Partido Popular está en las nubes. Para desviar la atención del asunto de los trajes de Francisco Camps, ahora quiere cambiar el jabón de marcar por la aviónica. Confeccionar un buen traje a medida no es tan sencillo, entre otras razones porque los seres humanos somos asimétricos y lo que sirve para la izquierda sienta mal a la derecha. Lo sé porque soy hijo de sastre. Volar no se me da bien, para qué voy a engañarme. Y eso que nunca he tenido un solo susto; al contrario: un comandante italiano me lo hizo pasar en grande derrapando en la pista antes del despegue. Mariano Rajoy no puede decir lo mismo. Recordemos aquel accidente de helicóptero con Esperanza Aguirre, que pudo convertirse en una tragedia, cuando no en una pérdida reparable. En campaña sirve todo, y es así porque he llegado al convencimiento de que la elite política no viaja en primera democrática y cree que los ciudadanos somos imbéciles de clase turista. Hace unos días, el presidente del Gobierno subió a lomos de un Falcon de la Fuerza Aérea para acudir a un mitin. Si España fuese un país normal estos viajes cotidianos permanecerían lejos del debate público; pero no, el nuestro es el País de las Maravillas y Rajoy, una Alicia con barba rodeada de cómicos aburridos. Cualquiera con buena fe desearía que Zapatero no se estrellara y que aterrizase sin problemas, que buena falta hace. Pero el empeño de algunos en ver partido en dos al presidente conduce al paroxismo. A ver quién es capaz de explicar a qué horas del día el jefe del Ejecutivo no lo es a tiempo completo. Cuando arenga a los suyos no se llama Dolores; por tanto, es lógico que se desplace con toda la seguridad aérea que seamos capaces de poner a su servicio. Pues no: ZP tiene que pagarse un avión para asuntos de campaña, según las tesis defendidas con ardor por el PP. Salvando las distancias en millas, es como si alguien le pidiese a Barack Obama que aparcase en el hangar el Air Force One y tomase un reactor de línea convencional para sus desplazamientos privados por Estados Unidos. No se lo permitirían y ni al Partido Republicano se le pasaría por la cabeza demandárselo. Cuando Aznar presidía el Gobierno iba sermoneando a la gente de medio mundo con un vetusto Boeing 707 y los Reyes padecían el mismo rigor de ese modelo de los años sesenta que te ponía de los nervios. Felizmente, estas fieras de la ingeniería han pasado a mejor vida. Pero que les pregunten a los tres por los incidentes sufridos mientras surcaban los cielos en semejante cámara de tortura. Con decir que Aznar se enteró con retraso de un atentado terrorista en 1997 por culpa del dichoso avión y sus problemas técnicos es más que suficiente. Aunque cuando lo pasó mal fue en 1996 en Brasil, pues pudo haber sido borrado de la faz de la Tierra. Lo solucionó comprando dos airbuses por 20.000 millones de las antiguas pesetas y punto.

Publicado en El Norte de Castilla el 30 de mayo de 2009

Sobre el autor

Tenía siete meses cuando asesinaron a John F. Kennedy. De niño me sentaba en los parques a observar a la gente, pero cuando crecí ya no me hacía tanta gracia lo que veía. Escribo artículos de opinión en El Norte desde 2002, y críticas musicales clásicas desde 1996. Amo la música, aunque mi piano piense lo contrario. Me gusta cocinar; es decir, soy un esclavo. Un esclavo judío a vuestro servicio.


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