La Iglesia católica está pensando en repartir excomuniones a diestro y siniestro. Acusa al Estado (en este caso, al nuestro) de arrogarse un derecho que vulnera otro, según ha expuesto en un comunicado. Tampoco se crean los diputados del Congreso que están a salvo: se baraja de posibilidad de excomulgarles también, porque este tipo de medidas salpica a todo el mundo. Puede que un diputado del Partido Popular no se atreva a votar en favor de la nueva ley sobre el aborto, salvo que seas Celia Villalobos, que siempre ha jugado al despiste, y ahora voto esto y mañana lo otro, “porque me equivoqué”.
Como será previsible que el PSOE saque adelante su propuesta legal, los miembros socialistas del Congreso que sean católicos podrían tener un problema, porque van a enfrentarse a la Conferencia Episcopal y a una posible excomunión. Es decir, los católicos socialistas, en el ojo del huracán. Los médicos que aleguen problemas de conciencia, estarán bajo el paraguas de la Iglesia y veremos en qué situación si se niegan a practicar un aborto en un hospital público eludiendo la legalidad vigente. Todo el embrollo se verá.
No se trata de convencer a nadie sobre la forma en que cada uno entiende este valle de lágrimas que nos ha montado el nacimiento en la Tierra.
No voy a cambiar mis convicciones. Las manifesté en la edición impresa en septiembre pasado y ahora las comparto en este blog y me reafirmo en ellas, con el permiso de monseñor Camino, que lo tengo.
La religión y tú
Roberto Carbajal
Seamos sinceros: nadie puede elegir la familia en la que nace. Por capricho de esa imposición, tal vez los personajes de esa saga esnifen pegamento sin medida o, aun peor, sean unos ingenuos. El caso es que te han alumbrado y cuando comienzas a tener uso de razón te encuentras un tanto incómodo en el entorno, por suavizar un poco los hechos consumados. Tienes que quererlos por imperativo natural y ¡ay de ti si truecas el raciocinio por el descaste! Tiras de bagaje, te desperezas y sales a la calle en busca de un buen empleo. La oferta no es muy alentadora y apenas puedes elegir lo que se te antoje en el supermercado de la esquina. Una tarde conoces a la persona con quien deseas retozar eternamente y comienzas a hacerlo sin descanso. Todo es magia. De hecho, la situación es tan mágica que todo es una mentira enorme. Tú, al lío y a tus cuentas, aunque seas incapaz de cuadrar los números. El calendario y la profilaxis son un recurso a tu alcance, pero también esconden una trampa latente. Tras ellos da la sensación de que aguarda la todopoderosa mano de Dios, y es ahí cuando empiezas a tener conciencia de que la religión que no elegiste viene a manifestarse en toda su crudeza. Piensa en las pocas cosas a las que puedes optar. En ocasiones, a los amigos; no a los hijos. Si profesas algún dogma, no lo pierdas de vista, porque puede amargarte la existencia. Si tus creencias provienen de Oriente Medio, cuídate de mirar los andares de un cerdo, o de trabajar en depende qué días; si esa doctrina ha sido actualizada en el siglo pasado, procura asumir los hijos que Dios te dé.
La fe mueve montañas, y puede que viceversa; sobre todo, gigantescas montañas de papel. A la Iglesia católica le molesta que alguien como tú decida cuántos hijos quiere educar, y han decidido salir a la calle a manifestarse contra el Gobierno de tu país, porque pretende modificar la ley que ampara al ciudadano que decide abortar cuando falló toda la ingeniería anterior. Esta confesión no va a cuidar de tus hijos; tampoco va a hacerlo ningún gobierno, pero ante tener que cargar con un churumbel no deseado y optar por no hacerlo existe una diferencia que te puede cambiar la existencia. La vida eterna existe, aunque con matices. Se te puede hacer eterna si has cometido un par de errores de cálculo y el sistema no te ampara en asuntos de tanta trascendencia como éstos. La sociedad civil ha de caminar por la senda del derecho y del libre albedrío, y poder de ese modo alzar su brazo y elegir algo. Si la gente no planta cara a los moralistas va a quedarse sin opciones. No es deseable desempolvar el pasado reciente, en el que las familias biempensantes llevaban a sus hijas descarriadas ‘de compras’ a Londres para resolver un problemilla de nada. Los obispos y los santurrones de otras confesiones van a sermonearte eternamente, puedes estar seguro. La cuestión estriba en el lugar que quieres ocupar tú.
Publicado en El Norte de Castilla el 27 de septiembre de 2008