No sabemos en qué estaría pensando el conductor del automóvil, que se quedó de un palmo al bajar las escaleras sin moverse del asiento. El caso es que una cámara de seguridad grabó esta imagen. El niño estaba brujuleando por la acera cuando la máquina le arrolla y, por arte de magia, el chaval se convierte en trapecista.
El padre del afortunado pipiolo se enteró del suceso al día siguiente. Normal, porque los niños tienen muchas fantasías. Me lo imagino contándolo en casa:
– Papá, hoy me ha atropellado un coche y no me he roto ni los pantalones, así que no me riñas; pero mañana no quiero ir a la escuela porque me duele la cabeza.
– Anda, Mohamed, come lo que ha preparado tu madre y deja de enredar, que tu padre no es idiota.
Sucedió en Turquía, un país laico; pero para los que crean en los milagros, voilà.