El sexo fue lo que nos trajo aquí, del mismo modo que la política también aportó lo suyo y, en ambos casos, tras varios intentos. Y se puede cerrar los ojos, pero esas dos actividades gobiernan nuestras vidas más de lo que queremos reconocer, y no deja de ser paradójico que ambas caminen de forma paralela.
En Madrid ha nacido una asociación de pequeños clubes de alterne que agrupa a más de cincuenta establecimientos. No es que ésta sea una noticia espectacular, porque ya existe una asociación de este oscuro sector en todo el país, ANELA, sin hache, aunque esté implícita. Es una más aunque con un nombre tan evocador como aquel histórico ‘rosebud’ (capullo de rosa) que inmortalizase Orson Welles en su memorable ‘Ciudadano Kane’, remedo del término empleado por el magnate W. R. Hearst para denominar al punto de gravedad de su amante. Cattaleia: una variedad de flor, se llama esta agrupación. Romanticismo y sensibilidad no les falta, esto es innegable. Esta especie de oenegé del sexo de pago surge por el efecto rebote que ha provocado la cruzada emprendida por la concejala de asuntos sociales del Ayuntamiento de la capital del Reino, Ana Botella, para quien vender el cuerpo es algo tan íntimo como inmoral y, al igual que hizo Rudolph Giuliani hace algunos años en la Nueva York que gobernó, se ha empeñado en limpiar la ciudad de prostitutas y acompañantes. No es una tarea original la de la ex segunda dama de España, pero nadie negará que del mismo modo que la energía no se crea sino que se transforma, lo único a lo que puede aspirar doña Ana es a que la práctica de la actividad cambie de aires.
Existen muchas formas de prostituirse. La verdad es que las hay más inmorales que vender tu propio cuerpo. Personalmente, me resulta más escabroso vender mis principios, porque del cuerpo sólo nos acordamos cuando nos duele y los asaltos a la moral que nos infligimos no nos permite dormir a pierna suelta. Todos celebramos que Ana Botella sea una mujer felizmente casada con ‘Jose’ pero tal vez debiera dedicar sus energías a dotar a las trabajadoras del sexo de un presente más llevadero, porque es un hecho que el número de clientes sólo hace que crecer. Se calcula que la prostitución mueve en España tanto dinero como el presupuesto de la Junta de Castilla y León, y eso siendo conservadores, porque a ver cómo se computa la cantidad si en Hacienda no aparece reflejada en ninguna parte y el trato se cierra de tú a tú. Por su parte, estos locales de decoración hortera están englobados por una ley de julio de 1997, de espectáculos públicos y actividades recreativas de la Comunidad de Madrid, como bares de categoría especial, y en el resto de España su ejercicio figura como una disciplina alegal. Por definición, quienes ejercen esta santa profesión no son facultativas contratadas, sino clientas que por su cuenta comercian con quien quiera escucharlas y acabe envuelto por sus artes. En los locales más elitistas que los insalubres puntos de encuentro de carretera o de la Casa de Campo, los prostíbulos figuran como hoteles. La cobertura aparente es sencilla: las putas son clientas que se alojan en las habitaciones, bajan a tomar una copa al bar y los que frecuentan el establecimiento se echan una siesta con premio previo pago de las sábanas. Es tan sencillo y breve como la eferencia que precede a que se vuelvan a su casa en estado de embriaguez.
El Congreso de los Diputados lleva tiempo dándole vueltas al tema de la prostitución, del mismo modo que algunas comunidades autónomas. La idea que defienden los más progresistas es que los que se dedican a hacer tratos con su cuerpo tengan una cobertura social, que los locales de alterne paguen en función de esa actividad, que los profesionales tengan derecho a cotizar y que esta profesión se regule, porque ha existido, existe y existirá. De este modo redundará en la higiene social, acabará con los proxenetas y el Estado percibirá más ingresos. En Holanda lo han hecho y nadie se rasga las vestiduras.
Poco importa si alguien vende su cuerpo, su alma o su intelecto en pos de una causa que les permita transitar, pero sería deseable esforzarse en tratar con sumo respeto a quienes sobreviven del modo que han elegido, porque, quien más o quien menos, todo el mundo tiene alguna piedra que esconder, incluso Ana Botella. Y no se le puede poner puertas al mar.
Publicado en El Norte de Castilla el 31 de marzo de 2006
HAN PASADO TRES AÑOS Y EL ASUNTO SIGUE “DEBATIÉNDOSE” EN EL CONGRESO Y EN LAS TERTULIAS DE TELEVISIÓN . TODOS SEGUIMOS PRACTICANDO EL OFICIO MÁS VIEJO DEL MUNDO: MAREAR LA PERDIZ DE LA DOBLE MORAL.