Las mujeres gozan de los mismos derechos que los hombres. Es tautología en estado puro, pero conviene recordar que lo dice la Constitución. Por eso, la ley de igualdad sobraba tanto como crear el ministerio del mismo nombre. Es suficiente con que las autoridades velen por sus derechos y que las empresas les paguen lo mismo a los chicos que a las chicas. Ahora bien: astracanadas, las justas. Ignasi Guardans, director del Instituto de las Ciencias y las Artes Audiovisuales, y la ministra González-Sinde se han empeñado en montar un set de rodaje de lo más absurdo. Bailando un tango de leche merengada, pretenden que se establezca discriminación positiva en el mundo del cine. Lo resumen del siguiente modo: cuando se evalúe una subvención a un proyecto, en igualdad de condiciones, será la cineasta femenina quien se lleve el gato al agua, traducido en un cincuenta por ciento más de ayudas. ¿Cómo diablos se decide que películas similares corran suerte tan distinta? Es una finta a la inteligencia.
Estoy en contra de las subvenciones a la creación artística. Es un dinero envenenado que arrincona el talento y provoca que la gente se vuelva perezosa. En una película, quien arriesga el dinero es el productor, del mismo modo que el empresario que expande su red de carnicerías, y a estos últimos nadie les concede una gracia tan alegremente. Pero se ha extendido la falsa creencia de que se debe inyectar dinero público para que nuestra cinematografía no desaparezca. El tiempo ha demostrado que cuando se perfila un buen proyecto, un guión sólido, un director y un elenco adecuados, las cosas funcionan. También se ha probado lo contrario durante décadas y con gobiernos variopintos. Cuando cuatro vividores han ordeñado la teta pública del Ministerio de Cultura para hacer circular bodrios, los espectadores les han dado la espalda. ¿Van a ser diferentes las películas gobernadas por mujeres? En absoluto. Ya habrá quien se prodigue en argumentos machistas (muchos de ellos esgrimidos por el universo femenino), que suelen girar en torno a que ellas son más sensibles y otras lindezas. De entrada, el presidente Zapatero cometió el error de nombrar a una ministra proveniente del séptimo arte. En este punto entran en juego la colisión de intereses y la endogamia económica. González-Sinde firmó un guión extraordinario, el de ‘La buena estrella’, lo que le valió un goya. Mientras se instalaba en su nuevo despacho, se estrenaba ‘Mentiras y gordas’, en cuyo argumento estampó su nombre. La película es mala a rabiar y la gente decente debe alzar su voz para acabar con esta lacra del dinero fácil. Autores de otro sexo, como Almodóvar o Amenábar, triunfan en el mundo del celuloide a base de talento. Me pregunto en qué tramo de la igualdad se les puede ubicar. ¿Quizá en el fiel de la balanza? En este punto es en el que Ignasi Guardans guardará silencio.
Publicado en El Norte de Castilla el 26 de septiembre de 2009