A España se viene a tomar el sol. Comes, bebes, echas la siesta y te das una vuelta entre cuatro piedras históricas. Ah, y sus gentes. Un plan de lo más completo. Luego regresas a tu Finlandia natal; tus días y tus noches son lo mismo, pero irradias una luz que alimenta ideas brillantes, que nos vendes a los que te lo hicimos pasar en grande. Qué diferentes somos, amigo mío. Mientras apuestas por la tecnología, yo apilo un ladrillo sobre otro hasta completar varios millones en un país privilegiado por la Naturaleza. Lo que no sabes es la envidia que me das.

Si la ONU nos hubiese encomendado la tarea de alumbrar el ordenador, alguien de aquí habría contestado que ya estaba inventado. Es nuestro clásico ordeno y mando. Se mire por donde se mire, España no es un país normal. Aquí estamos acostumbrados a decir una cosa y aplicarla en sentido inverso. El Gobierno acaba de presentar el proyecto de presupuestos anticrisis más infame del que tengo recuerdo. De todas las partidas, hay una que te hace llorar, como sucede habitualmente con este capítulo. El presidente ha decidido recortar en un 15% los recursos destinados a investigación. Ésta es su apuesta de futuro. Todos los departamentos han sufrido hachazos, pero quien está como unas castañuelas es la ministra de Cultura, porque no afeitan el dinero destinado a financiar su negocio. Ella y su entorno forman parte del mundo del cine, un asunto que desgrané hace siete días. Hoy sabemos cuál es la interpretación de Zapatero del acróstico I+D+i: insulto de la inteligencia. La comunidad científica, y la biomédica en particular, está espantada; la ministra Garmendia, desaparecida.

A los españoles nos encantan las relaciones públicas. Hemos conocido a tanta gente gracias al turismo, que nos priva comprar fuera. Como nuestra estructura industrial es patética, no queda otra que pagar en el exterior lo que podríamos crear sin salir de casa. A España se le da bien el hormigón, aunque la diferencia estriba en que mientras levantamos muros a lo loco, otros ensamblan un mercedes-benz que ya no podremos pasear, en un país que con cuatro horas de sol cuentan con la tecnología más avanzada en energía fotovoltaica y que, paradojas del destino, además la producen más eficientemente que en nuestro tontorrón Estado. Un grupo de científicos han redactado una carta abierta al Gobierno, en la que se manifiestan en contra del tijeretazo a la investigación. Son ganas de gastar tinta. Lo que resulta conmovedor es la forma en que concluyen su escrito. Citan a Ramón y Cajal, quien para algunos miembros del Gobierno son dos cómicos contemporáneos, como el Gordo y el Flaco: “Lo que el país necesita es plantar árboles y sembrar mentes. ¡No podemos tirar lo que teníamos ya sembrado!”. Desempolvar la biografía del ingeniero cántabro Leonardo Torres Quevedo es una fuente de inspiración. Háganlo. Es la del Leonardo de aquí.

Publicado en El Norte de Castilla el 3 de octubre de 2009