Belén (Cisjordania). Construido por el Gobierno israelí.
Alguien, quizá un damnificado del sector musulmán o un activista judío, estampó sobre los bloques de hormigón, en alemán, “Soy un berlinés”. Así que no estaría de más que, aprovechando la conmemoración de la caída del muro en la ciudad germana, las potencias den prioridad a derribar otra vergüenza mundial: la que separa a palestinos e israelíes, con la que se lleva mareando la perdiz desde la propia creación del Estado hebreo. No se imaginan lo colosal que es esta infame construcción y la no menos formidable tarea de lograr un entendimiento entre dos pueblos condenados a entenderse. Y puedo asegurarles que es mucho más difícil convencer a los radicales judíos, que amansar al entorno terrorista del Hamás y otros ‘mártires’ que lo circundan.