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Roberto Carbajal

La aventura humana

El latido del jefe

Los trabajadores de nuestro país no tienen un buen concepto de quienes mandan en sus empresas. El estudio lo hizo público la consultora Otto Walter y los datos dan que pensar. Casi el cincuenta por ciento de los jefes no están a la altura. Pero los mandamases tienen una autoestima letal, en un sesenta por ciento. Normal, cuando eres jefe, a ver quién es el guapo que te cuestiona. El amor principal del ser humano suele ser él mismo, es un onanismo conceptual que perjudica los intereses empresariales más de lo que podría pensarse. El caso es que cuando el directivo se aposenta en su despacho comienza a ser invadido por una especie de aturdimiento que le impide vislumbrar una realidad muy tozuda. No tengo la menor duda: el principal capital de cualquier firma comercial es el humano. Y ese patrimonio productivo debe ser valorado como merece. Puede que tengas a un tipo apretando tuercas cuando en realidad esconde una capacidad empática que daría juego evitando conflictos y costes. Hoy más que nunca proliferan las consultorías de recursos humanos. Muchas aplican al contenido de sus informes las pinceladas que han sido expuestas por quienes les contrataron, de ahí que permanezcan más tiempo en la papelera que sobre la mesa de un despacho. La experiencia personal me ha enseñado que cuando alguien no está bien ubicado en el organigrama es incapaz de rendir al ciento por ciento. Y ahí entra en escena el jefe para añadir más leña, cebándose con la abeja descolocada. Esa casta dirigente amenaza gravemente la continuidad de cualquier proyecto, y cuando más ambicioso se perfile, mayor estruendo provocará.

Hay gente que se queja por puro vicio, salpicado del lastre de la envidia. Tampoco dejemos de lado que un jefe cultivado, empático y atento puede convertirse en una fuente de ingresos extraordinarios. Sólo ha de ser capaz de valorar las capacidades del subordinado, ocuparse de su felicidad en la compañía y tratarle con respeto. No se trata de ser una hermana de la caridad. Ahí fuera hace bastante frío. He conocido empresarios quejándose del fracaso. Algunos culpan a la crisis, que no puede defenderse. Pero estén seguros de que quien no sea capaz de oír el latido del corazón de un empleado, el suyo será el siguiente.

Publicado en El Norte de Castilla el 28 de noviembre de 2009

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Sobre el autor

Tenía siete meses cuando asesinaron a John F. Kennedy. De niño me sentaba en los parques a observar a la gente, pero cuando crecí ya no me hacía tanta gracia lo que veía. Escribo artículos de opinión en El Norte desde 2002, y críticas musicales clásicas desde 1996. Amo la música, aunque mi piano piense lo contrario. Me gusta cocinar; es decir, soy un esclavo. Un esclavo judío a vuestro servicio.


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