>

Blogs

Roberto Carbajal

La aventura humana

Navidades violentas

Prepárense para el período más cínico del año. Se trata de una carrera de obstáculos en la que las barreras arquitectónicas no constituyen el problema. Los enemigos a batir son la gente, las costumbres y la tarjeta de crédito. Como padecemos crisis, no estaría de más que alguno ahorrase palabrería yerma y chupe con su bocaza cabezas de langostinos. La encomienda es por pura supervivencia. En esos días el personal luce su impostura, así que dan ganas de enclaustrarte y tontear con los efluvios del pegamento para desmarcarse de tanta cursilería. Para mí es un misterio por qué todo el mundo comienza a besarte y a desear que tengas un feliz año. Tienen doce meses para demostrar su lado sentimental, pero lo malgastan miserablemente. Hay quien mientras te besa comparte contigo una especie de hojaldre de maquillaje. Por indefensión, en la mejilla derecha te siembran la máscara de Lancôme; en la izquierda, marcas de la competencia, así que toda explicación es poca cuando llegas a casa. Ahora muchos hombres han caído en la cuenta de que besarse no está tan mal visto, por lo cual hay que tener cuidado, pues toda esa coctelería puede conformar una bomba de relojería y tú serías el suicida. Enciendes un cigarrillo y la ignición de ‘aftershave’ y maquillaje podrían trasladar los muebles del salón a Marruecos.

En Navidad puedes ejercitar el francés gracias a la televisión. Es un vocabulario limitado, pero mejor que nada. Los españoles no podemos presumir de políglotas, así que no está de más aprenderse de oído los eslóganes de las colonias. Aunque los locutores los pronuncian de forma tan encriptada que ni siquiera los entienden nuestros vecinos galos. No hay problema: los memorizas y son un potosí para derribar muros en París. Te sientas en un restaurante francés y dices “le parfum de” y enseguida aflora la empatía con el camarero, aunque arrancarle una sonrisa será cuestión de fe. En Nochebuena los cristianos conmemoran el nacimiento del hijo de Dios. Según la tradición, nació pobre en un establo. El alumbramiento sucedió hace demasiado tiempo, así que de la austeridad pasamos a la opulencia, en un extraño intento de ser consecuentes y desairar al vástago del carpintero. Ya llegará la cuesta de enero para parecerse a él.

Las tarjetas de crédito tienen un grosor de medio milímetro. Cuando finalizan las dichosas fiestas parecen víctimas de la anorexia. Estaban gordas como focas el día quince, pero luego toda esa grasa queda esparcida en insondables recovecos comerciales. Las familias comienzan a hacerse preguntas presas del aturdimiento. Se convierten en funámbulos hasta febrero, un mes en el que la gente ya no te quiere tanto. Quizá quien te besó en diciembre te despida en abril y tu esposa dé un portazo, llevándose su agua de rosas y sus cremas milagrosas hechas con desechos vacunos o placentas latinoamericanas. Lo aconsejable ahora es afilar los codos para hincarlos sin miramientos a final de mes.

Publicado en El Norte de Castilla el 19 de diciembre de 2009

Sobre el autor

Tenía siete meses cuando asesinaron a John F. Kennedy. De niño me sentaba en los parques a observar a la gente, pero cuando crecí ya no me hacía tanta gracia lo que veía. Escribo artículos de opinión en El Norte desde 2002, y críticas musicales clásicas desde 1996. Amo la música, aunque mi piano piense lo contrario. Me gusta cocinar; es decir, soy un esclavo. Un esclavo judío a vuestro servicio.


diciembre 2009
MTWTFSS
 123456
78910111213
14151617181920
21222324252627
28293031