José María Aznar padece el síndrome codificado de la nostalgia del poder, aunque no lo reconozca en abierto. Asegura que mucha gente le ha pedido que vuelva, a pesar de que la percepción es que no se ha ido del todo. Parece un tanto paradójico, pero es así. El presidente de la FAES, el gran tutor de nuestra conciencia, ha dicho del Gobierno de Zapatero que nunca nadie hizo tanto daño en tan poco tiempo. Sabe de lo que habla. De hecho, Aznar se ha convertido en uno de los más avezados enemigos de España. Tomó un país con una economía lánguida y la reflotó a base de ladrillos, fontanería y desmadre. Asimismo, asegura que hoy nuestro reino es un territorio de segunda, que no cuenta en la escena internacional; es decir, después de mí, el caos. El tiempo le ha dado la razón. Su complicidad en una guerra inducida continúa sembrando de muertos aquel territorio por atravesar de la mano otro Rubicón, y entre tanta devastación se cuentan víctimas españolas. Cada vez que se aposenta ante un micrófono planetario, el patriota Aznar critica abiertamente a nuestro país, utilizando como coartada el descrédito contra el actual presidente del Gobierno. Casi todo el mundo percibe que ZP y sus ministros transitan como pollos sin cabeza la senda de la incertidumbre. Aun así, salvo a manejarse en inglés, Aznar ha aprendido muy poco de sus admirados Estados Unidos. Ningún ex presidente americano osaría verter críticas en público hacia el inquilino legítimo de la Casa Blanca. Es una muestra del sentido de Estado y de la responsabilidad hacia los intereses nacionales. Pero Aznar guarda una fórmula magistral para salir de la crisis que no quiere compartir con nadie. Pobres de nosotros.
José Blanco, ministro de Fomento y gallego como Franco, entiende que existe una conspiración contra España. No la califica como judeomasónica porque el término rechinaría, sino que sitúa al enemigo en el mercado de valores y los especuladores financieros que lo circundan. Tampoco la prensa británica se libra de su ira, así que de nuevo hemos de buscar en la pérfida Albión el origen de todos nuestros males. Siempre podemos argüir como defensa que los anglosajones nos tienen envidia. En fin, pura palabrería española.
Publicado en El Norte de Castilla el 10 de febrero de 2010