En España gusta mucho alterar el sueño de los muertos e impedir dormir a los vivos. Ahora la han tomado con la Familia Real, no porque hayan dejado de respirar, sino porque no asistieron al funeral de Miguel Delibes. Las tertulias ultramontanas han comenzado a cebarse con el Jefe del Estado por no haber salido en la foto durante las exequias del escritor. El caso es enredar, no hay más remedio: está escrito en la genética de este país. No importa salpicar de inmundicia una ausencia llorada o la pérdida de un gigante de las letras. Hay un coro que plañe que no ha sentado nada bien que la Casa Real no enviase a nadie que se uniese a ciertos figurones, que habrían estado encantados de ser los honrados en el acto. Cuando comienza a correr una idea torticera por los mentideros parroquianos el injerto prende. Y la Zarzuela habló.
En el 2006 El Norte cumplió 150 años. Lo primero que hicieron los reyes al llegar a Valladolid fue visitar a Delibes. El encuentro fue cercano y sincero. Por la tarde asistieron a una recepción con música. Quizá sólo el escritor conocía su relación con la Corona, así que ahora produce vergüenza toparse con diatribas tan miserables. En estos intensos días nos hemos topado con opiniones convergentes, y eso que vivimos en España. Daba la sensación de que tanto notable conocía a Miguel Delibes más que él a sí mismo. Algunos lo reflejaron en la prensa, los mismos que hoy despotrican contra la ausencia regia, que rindió un tributo cómplice al finado renunciando al inevitable flash. Dudo mucho de que tanto pobrecito hablador no se haya enterado aún de quién era en esencia el escritor del pueblo. En los sesenta Delibes escribió lo siguiente sobre los entierros adornados de parafernalia y también sobre el suyo: “Uno no está contra esos entierros. Uno está, más bien, contra los formalismos falaces. Uno aboga por los entierros sencillos, minoritarios, donde el que vaya lo haga por sentimiento y no por educación. Tal vez así se evitaría que en los entierros se hablara tanto de fútbol y que, a la hora de partir, el difunto se encontrara solo, por aquello de que los muertos son los únicos hombres puntuales del país”.
A la gente le encanta oírse. Delibes prefería escuchar.
Publicado en El Norte de Castilla el 17 de marzo de 2010