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Roberto Carbajal

La aventura humana

Reos de guante blanco

La cárcel es el espacio ideal para quienes desean vivir eternamente. El tiempo entre rejas se estira tanto, que para sí lo quisiéramos los inocentes. No es que produzca envidia carecer de libertad, aunque si te condenan a quince años y te desenjaulan con mil millones de pesetas tal vez merezca la pena. Más que nada por tener asegurada la jubilación. Luis Roldán robó a los huérfanos de la Guardia Civil, metió la zarpa en las obras de las casas cuartel y le hincó el diente a los fondos reservados. Ahora corretea por ahí pidiendo justicia para los que fueron más listos que él. Roldán exhibía un título universitario falso; no le hubiera hecho falta tanto alarde, porque poseía un ‘cum laude’ en una maestría a la española, de tintes quevedescos, esa de ejercer como un pillo de armas tomar.

El ‘caso Roldán’ llamó mucho la atención por el estrambote y gracias a esa bufonada que lo adornó. Este sujeto asegura que el dinero se lo dio a su amigo Paesa; debió pensar, mientras me dan caza, el botín pa’ese. Este ex espía y vividor desaparecido murió varias veces. De hecho, su hermana publicó una esquela en un periódico de ámbito nacional y luego resucitó cual Jesús de Nazaret. Más tarde volvió a morir y se cree que ahora vive en París por la generosidad de Roldán. Qué cosas. Con amigos así no necesitas un lifting.

Pero despiertas y raro es el día en que no salta otro caso de presunta corrupción en la indescriptible España. La ‘princesa de Mallorca’, encausada y medio Unión Mallorquina, enfangado. Pero la tradición hay que mantenerla, y una isla imprime carácter. El antiguo presidente balear Jaume Matas gobernaba mientras las mataba callando. Ayer comenzó su vía crucis. Supuestamente, se lo llevó en crudo. Construyó con fondos públicos el polideportivo Palma Arena a un precio que no hacía justicia a su nombre. Más apropiado hubiera sido el bautismo de Palma Empleo, por lo difícil que resulta encontrar uno. Lejos de lo que pueda depararle el futuro al ex capo popular, cabe preguntarse por qué los mecanismos de control de la Administración simplemente no funcionan o, cuando parece que sí, el daño es ya irreparable. Me niego a pensar que todos atesoremos un pillo. Lo que estamos es relajados.

Publicado en El Norte de Castilla el 24 de marzo de 2010

Sobre el autor

Tenía siete meses cuando asesinaron a John F. Kennedy. De niño me sentaba en los parques a observar a la gente, pero cuando crecí ya no me hacía tanta gracia lo que veía. Escribo artículos de opinión en El Norte desde 2002, y críticas musicales clásicas desde 1996. Amo la música, aunque mi piano piense lo contrario. Me gusta cocinar; es decir, soy un esclavo. Un esclavo judío a vuestro servicio.


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