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Roberto Carbajal

La aventura humana

Cenizas por doquier

Hubo un tiempo en que Islandia nos provocaba cierta envidia. Calidad de vida, tal como yo la entiendo: una sociedad permisiva, tranquilidad y gente educada. De repente, el país se arruinó por colocar todos los huevos en la misma cesta. Por puro pragmatismo, estaban más cerca de Estados Unidos que de Europa y los inversores globales contaminaron aquel frío Eldorado, dejando a la gente congelada y sin un céntimo. Entonces la presidenta islandesa se echó en los balsámicos brazos europeos. Pero algo estaba latiendo en el corazón de aquel pequeño y oscuro Estado. Mientras nosotros ardíamos en el infierno del desahogo, un volcán impronunciable emprendió una conspiración contra todo lo que vuela. Cuando entró en erupción se colapsó el tráfico aéreo continental y comenzó a enriquecer a los taxistas. La gente quedó empantanada en los aeropuertos y el sector asaltó sus carteras. Hasta aquí, todo normal. Las compañías arremetieron contra las restricciones impuestas por Bruselas y pusieron el grito en el cielo, el caladero de su negocio. La prohibición de volar trataba de que unas cenizas no se unieran a otras, pero a los dueños de los aviones la orden les nubló el cerebro y la cuenta de resultados.

En España la cosa está que arde a causa de unos pájaros que nada tienen que ver con la aviónica. Súbitamente, somos conscientes de que nuestro reino es una pira total. Corrupción, ataques contra la justa lógica, los poderes del Estado ennegrecidos entre las paredes de vasos comunicantes enfangados, chanza contra la democracia individual y desprecio por el progreso. Una hoguera fétida. A los españoles se les llama así porque tienen esa nacionalidad; otra cosa es que además de ostentarla crean en ella y sean tratados como ciudadanos. Reina el desencanto dondequiera que rasques. El desacreditado poder político maneja los tribunales de alto ‘standing’ a la carta, la gente está harta de que les tomen el pelo o de que un grupo de vividores les asalten la cartera. Hasta Sonsoles está frita. Alumbremos un país nuevo. Con el mismo nombre, para no eternizarnos. La decisión no admite dilación, porque es un clamor y el cenicero está a rebosar. En cuanto a mi cuerpo, que no arda hoy; préndanle fuego mañana.

Publicado en El Norte de Castilla el 21 de abril de 2010

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islandia

Sobre el autor

Tenía siete meses cuando asesinaron a John F. Kennedy. De niño me sentaba en los parques a observar a la gente, pero cuando crecí ya no me hacía tanta gracia lo que veía. Escribo artículos de opinión en El Norte desde 2002, y críticas musicales clásicas desde 1996. Amo la música, aunque mi piano piense lo contrario. Me gusta cocinar; es decir, soy un esclavo. Un esclavo judío a vuestro servicio.


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