Crecí con Michael Jackson a varios kilómetros de distancia, junto a sus hermanos y los míos: en mi familia somos cinco vástagos y los Jackson, five. Cinco bocas que alimentar. Eso sí, cada saga con distinta suerte. TVE emitía durante mi infancia una serie de dibujos animados que narraba las peripecias de unos pequeños cantantes negros. Recordemos que la cadena de Franco emitía en blanco y negro, aunque los ‘dibus’ fuesen en color. En aquellos lejanos e irrepetibles días todo era blanco o negro. Luego el tiempo creó una escala de grises que cambió las cosas. Incluso la transformación de España salpicó al pequeño de The Jackson Five, que mudó su piel del negro sólido al blanco evanescente, como luego demostró el irremisible tránsito de su oscura vida.
Su talento era evidente, como sus extravagancias y los líos ingenuos en los que se vio envuelto. No es necesario retratar aquí el genio del artista estadounidense, porque escribir sobre lo ya publicado del malogrado Michael es hacer cabalgar unas palabras sobre otras a lo tonto y sin aportar nada.
Que Michael Jackson era un cantante, compositor y showman genial es una evidencia. Pero que su vida no le perteneció, eso, amigos míos, es otra aún más palmaria. Fue manejado desde la infancia por su padre y, a lo largo de su carrera, por una cohorte de productores y asesores que hicieron de él un buen producto y una piltrafa humana rentable. Tras su muerte algunos han hecho más caja que cuando Michael correteaba por ahí con sus mascaradas.
En los noventa, Michael Jackson se vio envuelto en un escándalo que atentó contra su reputación de hombre que se reinventaba constantemente. El cantante italiano Albano Carrisi, esposo de la insustancial Romina Power, demandó a Jackson, acusándolo de plagiar su canción Cigni di Balaka, publicada en 1987, y de la que el cantante estadounidense tomó el estribillo para crear un tema completo en 1991. En un principio, los tribunales condenaron a Jackson a indemnizar a Al Bano, pero tras comparecencias posteriores ante los juzgados se estimó que la demanda quedaba en agua de borrajas, dándose por zanjada la disputa ocho años más tarde. Al parecer se concluyó que ambos artistas se inspiraron en una antigua canción india (¡). Sea como fuere, las evidencias están claras: primero fue el huevo (la canción de Carrisi) y luego la gallina, es decir, el Will you be there del álbum jacksoniano Dangerous.
La larga carrera de Michael Jackson no puede empañarse por un incidente como el narrado en este post, entre otras razones porque quién sabe el control que esta irrepetible estrella desempeñaba sobre todo lo que le rodeaba, incluidos asistentes y compositores que ejercían de negros. Ustedes ya me entienden. Ni siquiera sus acusaciones de pedofilia, desmontadas en los tribunales, y su irresponsabilidad como padre han de ser aspectos que tiren por la borda una trayectoria tan exitosa. Jackson era un niño cincuentón que se negaba a crecer.
La canción de Michael consta de cinco partes (aunque, siendo justos, podríamos decir que es sólo una). Mostraré primero su Will you be there y, a renglón seguido, Cigni di Balaka de Al Bano y Romina Power. Esta última consta de estribillo y el resto de las fruslerías. Pero al César lo que es del César.
1. Will you be there (Michael Jackson).
0:59” Introducción (ya arranca con el estribillo de Al Bano).
1:09 Estribillo en Re mayor.
2:19 Verso puente (estos son los únicos compases originales en el tema. Se trata de tres acordes y para de contar).
2:30 Estribillo, esta vez en Mi mayor.
2:54 Estribillo. Ahora, para cambiar, llega el turno del Fa sostenido mayor.
3:17 Estribillo (o sea, la canción, porque es toda así). Acorde de Sol sostenido mayor.
Luego se desvanece la musiquita machacona y aparecen unas frasecitas. En el vídeo que les he colocado actúa de figurante un niño, y a correr.
2. Cigni di Balaka (Al Bano).
3. Una mezcla de las dos, pa’ no aburrir a quienes no deseen escuchar todo el entramado y emplear el tiempo en asuntos más placenteros.
Para que conste: considero a Michael Jackson uno de los grandes del pop. Me daba cierta pena su vida personal. Conservo dos de sus elepés. ¡Ay, el vinilo…!
Michael era tan frágil… Ya lo escribí hace casi un año, tras su muerte.
http://blogs.nortecastilla.es/robertocarbajal/2009/7/13/vean-michael-jackson-la-intimidad-sencillo-fragil–