Resulta patético asistir al cruce de declaraciones triunfalistas tras la sentencia interminable del Estatut catalán. Algunos la conceptúan como si fuese un partido del Mundial. La vicepresidenta De la Vega asegura que ha sido una derrota del PP en toda regla, mientras que para el ministro del Interior si esto fuera una contienda de fútbol el resultado sería de 290-1. Los recurrentes populares se sienten insatisfechos, aunque lo vendan como otra victoria. ¿En qué niveles de responsabilidad política se encuentra España?
El tiempo ha demostrado que la Transición española sigue su curso. El propio término se había afianzado en el ideario subconsciente español como un periodo político que abarcaba la muerte de Franco y el anclaje de España en la Europa vip, aunque cada cual aplicará sus acotaciones temporales según le convenga. Pero la realidad es que el proceso transitorio tiene cuerda para rato. Es más, estoy convencido de que nuestro país vivirá inmerso en esas aguas turbulentas a lo largo de lo que aún nos resta como Estado.
El español disfruta de una reputación excelente cuando agasaja a los extranjeros, pero desenvaina su perfil más cainita al blandir su lengua ante un compatriota. Nunca debió llegarse al punto en el que un texto esencial fuese aprobado en una cámara regional, sometido a referéndum y elevado a los altares en el Congreso, sin antes haber sido expuesto al cedazo del Tribunal Constitucional. Retomando las concomitancias futbolísticas del ministro Rubalcaba, es como si el ganador de la copa del mundo se viese desposeído del trofeo a causa de que la FIFA cambiase las reglas del juego cuatro años más tarde. Sin ser demasiado escrupuloso en la definición, esto es lo que ha sucedido. Es cierto que casi una veintena de artículos a los que el Constitucional ha dado un revolcón chirriaban, porque planteaban deslealtad hacia el ordenamiento jurídico y contra los derechos fundamentales de los ciudadanos catalanes. Todo podría haberse evitado si se hubiera marcado la cadencia adecuada. En noviembre se celebran elecciones en Cataluña. Hoy allí han desplegado la bandera del victimismo y cuando se desvanezca el 2010 veremos a quien perdió este duro partido, no al ganador.
Publicado en El Norte de Castilla el 30 de junio de 2010