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Roberto Carbajal

La aventura humana

Los ecos de la Roja

El éxito logrado en el mundial de fútbol no sólo ha dejado al descubierto que un pulpo alemán predice el futuro mejor que el presidente Zapatero. También nos hemos topado con que algunos españoles no vivían conscientes de que lo eran. Antes la mayoría padecían un estigma heredado del franquismo, consistente en mostrarse recelosos de exhibir sus símbolos nacionales por miedo a ser tildados de nostálgicos. Tuvo que llegar la eclosión de la Roja para hacer saltar por los aires tanto prejuicio. En la celebración de Madrid nos encontramos con que Manolo Escobar aún reinaba y sus canciones fueron más jaleadas que las de David Bisbal. Tras chapurrear a duras penas ‘que viva España’, Escobar fue manteado por los futbolistas.

Quien no va a entrar hoy en autobús turístico en el Congreso es el presidente del Gobierno durante el debate sobre el estado de la nación. El lunes se mostró eufórico con el equipo nacional y el copón que le dejaron acariciar. Si el líder socialista cree que los efluvios de la gesta deportiva suavizarán su examen parlamentario y dispararán el crecimiento económico, mal asunto. Pedía el ministro Rubalcaba, con la sorna que le caracteriza, que se trasladase al Parlamento el espíritu de concordia vivido durante estos días con la Roja. La popular De Cospedal entró al trapo y le recordó que no hay que mezclar lo divino con lo humano. Rubalcaba lo pasa en grande ante tanto candor.

Atrás quedan las sandeces proferidas por los ultras de las ondas. Parecía que la nostalgia los llevó a incomodarse con eso de ‘la Roja’. Preferían que se la llamase la rojigualda, aunque no terminaron de atreverse a bautizarla como ‘la nacional’, reverdeciendo los laureles que alimentaron al aguilucho. Otros, en la cálida periferia, optaron por nombrar Hispanobarça a los campeones. La desgracia ha querido que tengamos deportistas extraordinarios y políticos alocados, aunque sería deseable ver invertidos los adjetivos.

La resaca mundialista deja una reflexión en el aire: cuando interesa, reunimos a los mejores para obtener el éxito deportivo. ¿Por qué no se aplica la meritocracia para que España sea campeona del mundo en lo trascendental? Metamos a los candidatos en un acuario y que elija el pulpo.

Publicado en El Norte de Castilla el 14 de julio de 2010

Sobre el autor

Tenía siete meses cuando asesinaron a John F. Kennedy. De niño me sentaba en los parques a observar a la gente, pero cuando crecí ya no me hacía tanta gracia lo que veía. Escribo artículos de opinión en El Norte desde 2002, y críticas musicales clásicas desde 1996. Amo la música, aunque mi piano piense lo contrario. Me gusta cocinar; es decir, soy un esclavo. Un esclavo judío a vuestro servicio.


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