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Roberto Carbajal

La aventura humana

El hombre tranquilo

La única verdad que atesora el fútbol es que el balón no es redondo y que a Florentino Pérez le mueve la codicia. Todo lo demás es discutible. El capo del Real Madrid fracasó en el mundo de la política oficial, triunfó en los negocios y desembarcó en la entidad blanca para asegurarse un sillón en el Olimpo, usando un pastiche de todo lo anterior. Pérez se comporta como un niño pegado ante el escaparate de una juguetería. Se pide todos los artilugios que brillan, pero cuando los tiene en casa se aburre y los destroza, sin molestarse en ver cómo funcionan.

El amo del Madrid aplica una política que no asumiría un mecánico en su sano juicio. Tiene una berlina media y compra el carburador de un mercedes de gama alta, el cambio del monoplaza de Alonso y los álabes de un airbus. Luego trata de encajar las piezas y, cuando comprueba que es imposible, culpa a otros. En ocasiones la lucidez se instala al otro lado de la cama, aunque le dura poco. En el 2000 contrató como entrenador a Vicente del Bosque y acertó, acertó Vicente. Puso a su disposición un equipo salpicado de estrellas y el sabio salmantino consiguió en cuatro temporadas un palmarés envidiable. El equipo blanco logró dos champions, dos ligas, una supercopa de España, una supercopa de Europa y otra intercontinental. A ver quién iguala semejantes logros. Cuando finalizó la última liga, Florentino y su rapsoda Valdano prescindieron del charro en plena efervescencia. Al parecer, el ahora seleccionador nacional tenía poco glamour para la ‘casa blanca’. Florentino es un lince vendiendo camisetas pero un incapaz futbolístico de primer orden. Muchos de los jugadores por los que pujó un día fracasaron en proyectos cada vez más glamurosos. Este es el asunto del mecánico estúpido al que aludía antes. Luego se desprendió de ellos y volvieron a triunfar en otras latitudes, como se ha demostrado recientemente. Pero el caso más extremo y triste lo padeció un superclase como Zidane. El francés colgó las botas en el Madrid y en la selección gala, aquejado de una crisis existencial sin parangón, provocada por la dictadura florentina.

Frente a tanta merengada, la mesura y equidad de Del Bosque. Mereció su homenaje. Y lo recibió sin inmutarse.

Publicado en El Norte de Castilla el 21 de julio de 2010

Sobre el autor

Tenía siete meses cuando asesinaron a John F. Kennedy. De niño me sentaba en los parques a observar a la gente, pero cuando crecí ya no me hacía tanta gracia lo que veía. Escribo artículos de opinión en El Norte desde 2002, y críticas musicales clásicas desde 1996. Amo la música, aunque mi piano piense lo contrario. Me gusta cocinar; es decir, soy un esclavo. Un esclavo judío a vuestro servicio.


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