Los partidos políticos detestan la democracia. Hablan de ella cuando se miden con sus adversarios o para embaucar a los incautos, pero en realidad la mancillan desde los despachos. En España los líderes se despiden a lo grande, sueltan unas lágrimas y dejan como herencia el nombre de su delfín para que lo devore la jauría. Por norma general, el heredero dilapida el legado y suele liquidar inconscientemente a la vieja guardia de su predecesor. Lo hicieron el PP y Zapatero, sobre todo el presidente, muy dado al refresco cuando no a la defenestración del patrimonio. Ahora le ha salido un sarpullido en Madrid, con la autocoronación del guía de los socialistas erigiéndose en candidato. Los jefes han dejado entrever a Tomás Gómez que su cartel no es mejor que el de Bob Esponja para llegar al corazoncito de los madrileños. Él lo niega, y ya están levantando un cadalso. Incluso planean exhibir sus despojos en la plaza pública.
No es necesario viajar hasta la ‘villa y corte’ para toparse con herederos desahuciados. El PSOE regional no atesora precisamente un capital boyante en materia gris. Óscar López hizo madrugar sin sentido a un puñado de damnificados para mostrar su aura y declararse candidato a la presidencia de la Junta, cuando aún faltan meses para la proclamación de las listas. Las formaciones políticas representan lo peor del sistema y los afiliados solo actúan como palmeros sobre el tablao de una dictadura encubierta. Hace años que los socialistas probaron las primarias: no mataron a nadie, porque hubiera sido un exceso; otra cosa fueron las ganas con las que se quedaron. Estados Unidos aplica la fórmula de permitir que casi cualquiera entre en liza por ganarse una candidatura. Presidenciables, jueces o el ‘sheriff’ del pueblo se someten a un escrutinio primario, mientras que en España se practica el bandolerismo político a gran escala.
Bien es cierto que los socialistas castellanos y leoneses apuestan por el caballo perdedor a conciencia. Quizá el mirlo blanco esté dormitando en algún granero, aunque perdería la cabeza si la asomase, con la misma seguridad con que López y compañía cavarían su fosa. Se ha instalado en el páramo una marca blanca sin envoltorio ni esperanza.
Publicado en El Norte de Castilla el 28 de julio de 2010