En España está de moda insultar y reírse de la condición humana. Y parece que funciona para engordar la cuenta de resultados. Si de la noche a la mañana a una mujer le otorgan un cargo junto a Zapatero, alguien sugiere que se arrodille a contemplar la foresta y sacarle punta al lápiz. Y vas listo si la emoción provoca que no puedas contener las lágrimas en público. A Miguel Ángel Moratinos le ha tocado el turno del escarnio por llorar ante las cámaras tras su relevo como ministro de Exteriores. El escritor de grandes éxitos Arturo Pérez-Reverte se ha mofado del ex canciller español de un modo intolerable. El autor de los ‘alatristes’ llamó ‘perfecto mierda’ a Moratinos por compartir sus lágrimas con nosotros, recriminándole que ‘ni para irse tuvo huevos’. Es la marca de la casa. A Pérez-Reverte se le ha subido el éxito a la cabeza. Es rico y quizá un resentido profesional, tal vez por los años vividos entre tanta ruina bélica. Sus escritos periódicos están salpicados de un cabreo exacerbado, plagado de expresiones facilonas y populares que tanto gustan a la gente. Son legión quienes corean su mal gusto y los mismos que hoy jalean sus aditamentos en la Red tras la polvareda que ha levantado su procacidad contra Moratinos. Lejos de disculparse, el padre de Alatriste ha echado más leña al fuego. Genio y figura académica.
Dicen que cuando un niño malcriado carece de otros recursos se defiende con la lengua sucia. No tiene ningún mérito mofarse de las emociones humanas. Cualquiera comprendería el mal trago que supone ser apartado de una tarea que le apasiona. A diferencia de los dividendos cosechados por Reverte gracias a la ficción, Moratinos ha hecho frente a la tozuda realidad en su larga carrera entre bastidores. La diplomacia es una tarea de una dificultad extrema, máxime cuando de lo que se trata es de arrancar una brizna de cordura. Miguel Ángel Moratinos cuenta que saber lo que pensaba Yasir Arafat era una misión imposible. Quizá se debió a que una enajenada vida corrupta alteraba su enrejado neuronal. El caso es que negoció con el dirigente palestino durante años y sólo halló a un truhán peligroso. En cambio, las credenciales de Arturo Pérez-Reverte saltan a la vista.
Publicado en El Norte de Castilla el 27 de octubre de 2010